martes, 1 de abril de 2008

LECCION N1 Escuela Sabatica abril2008 E.G.WHITE

¿Quién fue Jesús?

Sábado 29 de marzo

Aquel que guarda la palabra de verdad, mora en Cristo y el amor de Dios se perfecciona en él. Debiéramos estar listos a recibir la luz divina y no rechazarla aunque llegue a través de un canal que no esperábamos. Cuando Jesús abrió la Palabra de Dios en Nazaret y leyó la profecía de Isaías acerca de su misión y su obra declarándoles que se estaba cumpliendo delante de ellos, los presentes comenzaron a dudar y cuestionar: "¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él (Marcos 6:3). No esperaban que él fuera quien les trajera luz, y rechazaron el mensaje de Dios. Y cuando el que había sido ciego desde su nacimiento recibió la vista y se presentó delante de los fariseos contándoles acerca de Jesús, éstos le respondieron: "Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron" (Juan 9:34). Aunque profesaban creer en Dios, en realidad eran incrédulos y rechazaron a Cristo (Review and Herald, 27 de agosto, 1889).

Domingo 30 de marzo

No el Bautista

Jesús consideraba necesario dar a sus discípulos instrucciones especiales, pero las multitudes lo seguían tan de cerca que resultaba extremadamente difícil encontrar la ocasión para reunirse solamente con ellos. Tampoco encontraba tiempo para dedicarse a la oración durante el día, por lo que frecuentemente dedicaba toda la noche a estar en comunión con su Padre celestial. En esas ocasiones suplicaba con ansias por los errantes hijos de los hombres, porque se sentía abrumado por la iniquidad y la incredulidad de ellos. En verdad fue "varón de dolores, experimentado en quebranto".

Las pocas horas que Jesús podía pasar con sus discípulos las dedicaba a orar con ellos y a enseñarles más definidamente acerca de la naturaleza de su reino. Sabía que, en su debilidad humana, se inclinaban más a desear un reino que fuera temporal; su ambición mundana los llevaba a confundirse acerca de la verdadera misión de Cristo. Pero ahora, además de reprobar sus conceptos equivocados, les declaró que no era el honor mundano lo que le esperaba, sino la vergüenza; en lugar de un trono, una cruz. Ellos mismos, al esparcir el mensaje de salvación, debían estar preparados para enfrentar el reproche y el sufrimiento.

Había llegado el tiempo en que Jesús debía morir y dejar a sus discípulos solos para enfrentar al mundo frío y cruel. Sabía que la incredulidad y el amargo odio que muchos mostraban los llevaría a perseguirlos, y deseaba animarlos y fortalecerlos para soportar las pruebas. Retirándose para orar, suplicó ante su Padre que cuando llegase el tiempo de la terrible prueba, su fe no faltase y que los sufrimientos y muertes no los hicieran caer en la desesperación. ¡Cuán grande fue su amor, que aunque su propia agonía se aproximaba, se dedicó a rogar por sus compañeros que enfrentarían los peligros!

Acercándose nuevamente a sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro, siempre listo para hablar, respondió por sí mismo y por sus hermanos: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mateo 16: 13-17).

Aunque la fe de muchos había fallado y el poder de los sacerdotes y gobernantes ejercía presión sobre ellos, este valiente discípulo declaró abiertamente su fe. En su respuesta, Jesús reconoció el principio viviente que animaría los corazones de los creyentes en el futuro. Es la obra misteriosa del Espíritu de Dios sobre el corazón humano lo que hace que la mente más humilde se eleve por encima de la sabiduría humana y logre percibir las sagradas verdades de Dios. "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Folleto: Redemption: or the Miracles of Christ, the Mighty One, pp. 64, 65).

Lunes 31 de marzo

No Elías o Jeremías o alguno de los profetas

Los rabinos continuaron preguntando: "¿Por qué pues bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?" Las palabras "el profeta" se referían a Moisés. Los judíos se habían inclinado a creer que Moisés sería resucitado de los muertos y llevado al cielo. No sabían que ya había sido resucitado. Cuando el Bautista inició su ministerio, muchos pensaron que tal vez fuese el profeta Moisés resucitado; porque parecía tener un conocimiento cabal de las profecías y de la historia de Israel.

También se creía que antes del advenimiento del Mesías, Elías aparecería personalmente. Juan salió al cruce de esta expectación con su negativa; pero sus palabras tenían un significado mas profundo. Jesús dijo después, refiriéndose a Juan: "Y si queréis recibirlo, éste es Elías, el que había de venir". Juan vino con el espíritu y poder de Elías, para hacer una obra como la que había hecho Elías. Si los judíos le hubiesen recibido, esta obra se habría realizado en su favor. Pero no recibieron su mensaje. Para ellos no fue Elías. No pudo cumplir en favor de ellos la misión que había venido a realizar (El Deseado de todas las gentes, pp. 108, 109).

Cuando se contempla la encarnación de Cristo en la humanidad, quedamos desconcertados ante un misterio insondable que la mente humana no puede comprender. Mientras más reflexionamos en él, más admirable nos parece. ¡Cuán amplio es el contraste entre la divinidad de Cristo y el desvalido niñito del establo de Belén! ¿Cómo podemos salvar la distancia que hay entre el poderoso Dios y un niño desvalido? Y sin embargo el Creador de mundos, Aquel en quien estaba la plenitud de la Deidad corporalmente, se manifestó en el niño indefenso del establo. ¡Mucho más encumbrado que cualquiera de los ángeles, igual con el Padre en dignidad y gloria, y sin embargo llevando la vestidura de la humanidad! La divinidad y la humanidad fueron misteriosamente combinadas, y el hombre y Dios se volvieron uno. Es en esta unión donde encontramos la esperanza de nuestra raza caída. Contemplando a Cristo en la humanidad contemplamos a Dios, y vemos en él el resplandor de su gloria, la misma imagen de su sustancia (Comentario bíblico adventista, tomo 5, p. 1104).

Martes 1 de abril

Continúa la fascinación – 1

El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre. Era la excelsa gloria del cielo. Era el Comandante de las inteligencias celestiales, y el homenaje de adoración de los ángeles era recibido por él con todo derecho. Esto no era robar a Dios. Declara: "Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada; no había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo" (Proverbios 8:22-27).

Hay luz y gloria en la verdad de que Cristo fue uno con el Padre antes de que se estableciera el fundamento del mundo. Ésta es la luz que brilla en un lugar oscuro haciéndolo resplandecer con gloria divina y original. Esta verdad, infinitamente misteriosa en sí misma, explica otras verdades misteriosas que de otra manera serían inexplicables, al paso que está encerrada como algo sagrado en luz, inaccesible e incomprensible (Mensajes selectos, tomo 1, p. 291).

El Señor exhorta a los empleados en nuestros sanatorios a que alcancen una norma más elevada. Ninguna mentira es de la verdad. Si seguimos fábulas artificiosas, nos unimos con las fuerzas del enemigo, contra Dios y contra Cristo. Dios exhorta a los que han estado llevando un yugo de origen humano, a que rompan ese yugo y no sean más siervos cautivos de los hombres.

Prosigue la batalla. Satanás y sus ángeles están trabajando con todo engaño de iniquidad. Son incansables en sus esfuerzos para apartar a las almas de la verdad, de la justicia, para propagar la ruina por todo el universo. Trabajan con diligencia maravillosa para preparar una multitud de engaños que cautiven a las almas. Son incesantes sus esfuerzos. El enemigo siempre procura llevar a las almas a la incredulidad y al escepticismo. Quiere anular a Dios y a Cristo, que fue hecho carne y habitó entre nosotros para enseñamos que en obediencia a la voluntad de Dios, podemos ser victoriosos sobre el pecado (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 226, 227).

Los seres humanos podemos crucificar de nuevo al Señor de muchas maneras, y someterlo a oprobio. El culto de los negocios mundanos confunde de tal modo la mente que Satanás se introduce subrepticiamente y logra penetrar en ella en forma insidiosa. Dispone de muchas teorías para desviar a los que están predispuestos. Los conceptos erróneos acerca de Dios que sostiene el mundo son escepticismo disfrazado, y le preparan el camino al ateísmo. Muchos a menudo hieren el corazón de Cristo mediante sus palabras apresuradas y sus acciones egoístas. De ese modo Satanás trabaja sin descanso para inducirlos a la deslealtad. Cuando logra dominar las mentes, causa en ellas impresiones duraderas. Y las realidades eternas se desvanecen (Cada día con Dios, p. 339).

Miércoles 2 de abril

Continúa la fascinación – 2

Cuando algunos echan sombra sobre la fe cristiana, debemos decirles lo que sabemos por experiencia propia. Los seres celestiales están asombrados de ver que muchos de aquellos a quienes Cristo compró con su sangre y que han recibido la misericordiosa invitación, se burlan del mensaje evangélico y niegan la divinidad de su Redentor. Al mezclar la verdad con razonamientos humanos construyen sobre la arena y sus teorías se desvanecerán como el rocío cuando la gloria del Señor sea revelada. Los creyentes no aseveran que cada objeción y pregunta que Satanás inventa e introduce en las mentes humanas pueda ser respondida en pocas palabras. A cada ser humano se le da suficiente evidencia sobre la que .puede fundar su fe. Pero si está decidido a dudar, encontrará montañas de incredulidad en las que puede tropezar. El corazón orgulloso no se someterá a Jesucristo y usará la excusa de que su mente no puede resolver todas las supuestas dificultades que encuentra en la Biblia para no entregarse al Señor (Signs of the Times, 3 de septiembre, 1894).

La educación sola no capacita a una persona para ocupar su lugar en la obra, ni le permite obtener un verdadero conocimiento de Dios. Pablo declara: "Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos” (1 Corintios 1: 17 -19).

A través de las edades oscuras Dios ha permitido a los seres humanos experimentar con la idea de encontrarle a él mediante su propia sabiduría, no para demostrarles su falta de habilidad para hacerlo, sino para que vean que no pueden obtener un conocimiento de Dios y del Señor Jesucristo aparte de su revelación y de la actuación del Espíritu. Cuando Cristo vino al mundo era evidente que el experimento humano no había resultado porque por su propia sabiduría no habían llegado al conocimiento de Dios.

Aun en la iglesia Dios ha permitido a los seres humanos experimentar con su propia sabiduría, pero cuando ésta ha llevado a una crisis, el Señor se ha levantado para defender a su pueblo. Cuando la iglesia ha enfrentado oposición y pruebas internas, él la ha exaltado más abundantemente efectuando su liberación. Los maestros infieles pueden debilitar a la iglesia y la fe del pueblo de Dios pude decrecer, pero el Señor purga a los infieles y sostiene a los suyos que han sido probados (North Pacific Union Gleaner, 21 de abril, 1909).

Jueves 3 de abril

Mesías, el Hijo de Dios (Juan 17:3)

Satanás siempre está preparado para llenar la mente con teorías y cálculos que desvíen a los hombres de la verdad presente y los incapacite para dar al mundo el mensaje del tercer ángel. Siempre ha sido así, pues nuestro Salvador con frecuencia tuvo que reprender a los que se complacían en especulaciones y siempre estaban investigando aquellas cosas que el Señor no había revelado. Jesús había venido a la tierra para impartir importantes verdades a los hombres, y deseaba impresionar su mente con la necesidad de recibir y obedecer sus preceptos e instrucciones, de cumplir con sus deberes presentes; y los mensajes de Jesús eran de una naturaleza que impartía conocimiento para su uso diario inmediato.

Jesús dijo: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado". Todo lo que había sido hecho y dicho tenía este único propósito en vista: afianzar la verdad en la mente de ellos para que pudieran alcanzar la vida eterna. Jesús no vino para asombrar a los hombres con un gran anuncio sobre algún tiempo especial cuando ocurriría un gran suceso, sino vino para instruir y salvar a los perdidos. No vino para despertar y complacer la curiosidad, pues sabía que eso sólo aumentaría el apetito por lo desconocido y lo maravilloso. Su propósito era impartir conocimiento mediante el cual los hombres pudieran crecer en fortaleza espiritual y avanzaran por el camino de la obediencia y la verdadera santidad. Sólo impartía las instrucciones que podían ser apropiadas para las necesidades de la vida diaria de ellos, sólo la verdad que pudiera ser dada a otros de la misma manera. No hizo nuevas revelaciones a los hombres, sino que les abrió el entendimiento a verdades que por mucho tiempo habían sido oscurecidas o tergiversadas por las falsas enseñanzas de los sacerdotes y maestros. Jesús restituyó las gemas de verdad divina a su debido lugar, en el orden en que habían sido dadas a los patriarcas y los profetas. Y después de haberles impartido esa preciosa instrucción, prometió darles el Espíritu Santo por medio del cual deberían recordar todas las cosas que les había dicho (Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1052).

Cuando hacemos de la redención el tema de nuestra meditación y tratamos de comprender la grandeza del plan de salvación y el maravilloso amor de Aquel que dio su vida por nosotros, nuestros corazones serán suavizados, subyugados y entregados plenamente a nuestro Salvador. Caeremos a sus pies en adoración y exclamaremos: "¡Mi Señor, y mi Dios!" El inconmensurable amor del Señor hace nacer un amor más que humano en el alma del pecador, al comprender que la sangre del Señor lo ha limpiado a pesar de haberse rebelado contra él y haberlo entristecido con sus transgresiones. Se da cuenta que todo lo debe a su Salvador que lo ha comprado con su preciosa sangre. Todos los que llegan a tener ese sentimiento y ese aprecio por el amor de Cristo hacia ellos, considerarán como el más alto privilegio dedicar sus vidas a su servicio. La gracia de Cristo transforma los deseos del corazón y lo prepara para hacer cualquier sacrificio en favor de la verdad (Signs of the Times, 13 de enero, 1888).

Viernes 4 de abril

Para estudiar y meditar

El Deseado de todas las gentes, pp. 203-210.

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