sábado, 12 de abril de 2008

Lección 33 Para el 19 de abril de 2007

La realidad de su humanidad

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¯ Sábado 12 de abril

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 4:4; 1 Timoteo 2:5; 3:16; Hebreos 4:15, 16; 1 Juan 4:1-3.

PARA MEMORIZAR:

Y aquél Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).

EN EL NUEVO TESTAMENTO, sin ninguna explicación racionalis­ta, Jesucristo es presentado tanto como humano y divino. Después de iniciar su Evangelio con el Verbo que es Dios (Juan 1:1), Juan hace la declaración extraordinaria de que este mismo Verbo, este mismo Dios, “fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (vers. 14). Y, tal vez, antici­pándose a futuras preocupaciones acerca de la contaminación moral, el Nuevo Testamento mantiene la verdad de la vida sin pecado de Je­sús con una consistencia inequívoca (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22). Además, los escritores del Nuevo Testamento consideran desapasionadamente a Jesús como un objeto apropiado para adorar y venerar (Hechos 7:59; Romanos 9:5; Hebreos 1:6). Estos primeros cristianos no fueron detenidos por problemas filosóficos inherentes en el concepto del Dios-hombre, o las dificultades que plantearía a pensadores posteriores. “La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. [...] Cuando tratemos este tema, haríamos bien en prestar atención a las palabras pronunciadas por Cris­to a Moisés en la zarza ardiente: ‘Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es’ (Éxodo 3:5). Debiéramos empren­der este estudio con la humildad del que aprende con corazón contrito” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 286).


¯ Domingo 13 de abril

EN LA PRESENCIA DE UN MISTERIO (1 Timoteo 3:16)

La lección de la semana pasada trató el tema del misterio de la di­vinidad de Cristo. Pero, al contemplar su humanidad, estamos también en la presencia de un profundo misterio. Como lo expresó Pablo: “No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe: Él se manifestó como hombre, fue vindicado por el Espíritu, visto por los ángeles, pro­clamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido en la gloria” (1 Timoteo 3:16, NVI).

Un erudito destaca que la pretensión de que el Fundador del cris­tianismo era divino no resultaba chocante en el mundo romano; des­pués de todo, sus emperadores corrientemente pretendían ser divinos. Pero la afirmación de que “el Dios cristiano estaba preocupado acerca de la humanidad, preocupado lo suficiente para sufrir en lugar de ella, esto era inaudito”. –Huston Smith, The Illustrated World’s Religions, p. 219. Pero, por extraño que fuera en el mundo grecorromano, eso es precisa­mente el testimonio del Nuevo Testamento.

¿Qué nos enseñan los siguientes pasajes acerca de esta asombrosa condescendencia?

Mateo 1:18-24 ______________________________________________________

Lucas 1:26-35 ______________________________________________________

Juan 1:1, 14 ________________________________________________________

Gálatas 4:4 _________________________________________________________

Filipenses 2:5-11 ____________________________________________________

Es fascinante observar la precisión no estudiada con la que los es­critores del Nuevo Testamento enfocan el tema de la humanidad de Cristo. En forma directa y desapasionada, sencillamente cuentan la his­toria, sin saber (tal vez) de las tormentas que se levantarían en los siglos siguientes. Pero, es precisamente esa ausencia de posición la que ayuda a dar credibilidad a los documentos que tenemos. No es como si los pri­meros discípulos no hubieran afrontado controversias con respecto a la naturaleza y la identidad de Jesús; las tuvieron, como vemos en el Nue­vo Testamento mismo. Pero sus argumentos con respecto a la persona de Jesús claramente no fueron diseñados para contrarrestar la posición de los adversarios racionalistas o científicos, lo que le da una frescura natural a su testimonio. Es como si presentaran el caso con sorpresa de que alguno se atreviera a dudar del misterio, no común, que los había afectado tan dramáticamente, tanto corporativamente como en forma personal.


¯ Lunes 14 de abril

ENTONCES HUBO CONFLICTO

Al extenderse el cristianismo por el mundo grecorromano y avan­zado a la segunda generación, la gente comenzó a reflexionar sobre su mensaje básico acerca de la persona de Jesús, y a plantear preguntas: ¿De qué modo la divinidad y la humanidad cohabitaron el mismo cuer­po? ¿Cómo pudo la Deidad llegar a ser mortal? ¿Cuál fue la relación de Jesús con el Padre? Y otras más...

Comenzando con el primer siglo, surgieron dos énfasis conflictivos. Uno enfatizaba la humanidad de Cristo a expensas de su divinidad; el otro hacía lo opuesto. Entre los que negaban la divinidad de Cristo estaban los ebionitas, judíos cristianos primitivos, que enseñaban que Jesús llegó a ser el Hijo de Dios solamente en ocasión de su bautismo, momento en el que llegó a unirse con el Cristo eterno; un ser no divino que no podía salvar a la humanidad, pero que, en cambio, vino a llamar a la humanidad a la obediencia. Los arrianos, más tarde, retomarían la lucha contra la divinidad de Cristo, comenzando alrededor de fines del siglo III una posición muy condenada por el Concilio de Nicea, en el año 325 d.C.

Las personas de influencia del otro lado del espectro fueron los gnósticos, que enseñaban que el espíritu era bueno y la materia mala, específicamente la materia que forma nuestro cuerpo. Por lo tanto, el cuerpo humano no podía servir como vehículo para la revelación del Ser Supremo.

Estudia 1 Juan 4:1 al 3. ¿De qué modo se relaciona la preocupa­ción de Juan con el énfasis que daban los gnósticos, que acabamos de describir?

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La controversia sobre quién fue Jesús duró cinco siglos completos, desde el segundo hasta el sexto. Al principio fue sobre su divinidad. ¿Fue él Dios? Y, si fue así, ¿de qué modo se relacionaba con Dios el Padre? Las preguntas luego se trasladaron a su humanidad, y cómo la divinidad y la humanidad se combinaron en una sola persona. Hubo declaraciones y contradeclaraciones, pronunciamientos y contrapronun­ciamientos, acusaciones, y condenas y excomuniones, con un “ismo” tras otro que reclamaban el dominio. Increíblemente, en medio de toda esta agitación y controversias, la ortodoxia bíblica con respecto a la natura­leza y la persona esenciales de Jesús prevalecieron al fin. (Ver la cita del Credo de Calcedonia en la sección del viernes.)

¿Cuáles son algunas de las preguntas que hay en la iglesia hoy acerca de la naturaleza humana de Cristo? ¿Por qué debemos ser cuidadosos de no permitir que estas preguntas nos dividan, como ocurrió a menudo en la iglesia primitiva?


¯ Martes 15 de abril

ÉL TOMÓ NUESTRA NATURALEZA (Gálatas 4:4)

Muchos de sus contemporáneos consideraban a Jesús como una persona poco común; no obstante, cada uno sabía que él era un ser hu­mano, un hombre. Cuando la mujer samaritana corrió a su aldea para dar a conocer la noticia de este judío inusual que acababa de encontrar junto al pozo, el anuncio de ella fue directo: “Venid, ved a un hombre” (Juan 4:29). El testimonio de ella era el testimonio universal de los contemporáneos de Jesús. Aun después de que calmó la tormenta, la exclamación de quienes estaban más cerca de él fue: “¿Qué hombre es éste?” (Mateo 8:27).

¿De qué modo los siguientes textos apoyan el hecho de que Jesús fue un ser humano genuino, de carne y sangre?

Mateo 8:24 _________________________________________________________

Mateo 21:18 ________________________________________________________

Juan 4:5, 6 _________________________________________________________

Juan 4:7; 19:28 ______________________________________________________

Juan 11:33-35 _______________________________________________________

Mientras estuvo sobre la tierra, Jesús voluntariamente cedió el ejer­cicio independiente de los atributos divinos. Él los cedió, no renunció a ellos. Los atributos permanecieron en él, y él podría haberlos usado en cualquier momento para su propia ventaja, pero no lo hizo. La tenta­ción de usar estos atributos para escapar de alguna dificultad (en for­mas que no están a nuestro alcance) era un ingrediente importante de sus pruebas diarias.

Es útil recordar que las Escrituras no son definitivas en cada pun­to que despierta nuestro interés. No hacen ningún intento abierto, por ejemplo, para describir precisamente cómo los componentes humano y divino de la naturaleza de Cristo estaban relacionados. Pero aclaran muy bien que Cristo era una persona unificada. No discuten los aspec­tos técnicos de esta unión, limitándose, más bien, a una clara confesión de que esa unión ocurrió, que el Hijo hecho de mujer fue, realmente, el Hijo de Dios (Gálatas 4:4). “Cristo no tomó la naturaleza humana como un disfraz; la adoptó de veras. En realidad, poseyó una naturaleza hu­mana” (Exaltad a Jesús, p. 68).

¿Por qué la humanidad de Cristo es muy importante para noso­tros? ¿Qué significa para nosotros saber que Jesús llegó a ser un ser humano? ¿De qué modo nos anima el saber que Jesús compartió nuestras limitaciones humanas?


¯ Miércoles 16 de abril

SENTIR NUESTRO DOLOR (Hebreos 4:15, 16)

¿Por qué tuvo que venir Dios al mundo en carne humana? La pre­gunta es importante. Pero deberíamos alejarnos de las respuestas pura­mente racionales a ella. No es como si tuviéramos que encontrar una respuesta que tenga sentido para nosotros. No hay investigación inde­pendiente que podamos hacer, en filosofía, ciencia, sociología u otro estudio, que pueda llevarnos a una respuesta. Tampoco necesitamos fa­bricar nuestra propia respuesta. La forma más segura es escuchar cuida­dosamente lo que la Biblia misma revela sobre este punto. Y, en el libro a los Hebreos encontramos algunas de las declaraciones más claras e in­tencionales sobre el tema. Además, ocurre que Hebreos es el libro que se concentra más directamente en el ministerio sumosacerdotal actual de Jesús en el Santuario Celestial.

Cada uno de los siguientes pasajes destaca un aspecto específico de la venida de Jesús en carne humana. Luego de leerlos, responde a la pregunta implícita: ¿Por qué hizo eso? En cada caso se da una razón para ese aspecto específico de su humillación. ¿Cuáles son esas razo­nes?

Hebreos 2:9 ________________________________________________________

Hebreos 2:14, 15 ___________________________________________________

Hebreos 2:16, 17 ___________________________________________________

Hebreos 2:18 _______________________________________________________

Hebreos 4:14-16 ____________________________________________________

Hebreos 5:8, 9 ______________________________________________________

Nota que, en cada caso, el foco está sobre Jesús; y, en todos ellos, el beneficio es para nosotros. Estas razones inspiradas dadas para la hu­manidad y el sufrimiento de Jesús deberían tomarse con total seriedad. Debería traernos gozo inmenso el saber que Jesús satisface nuestras necesidades; sus brazos están abiertos para recibirnos; él conoce nues­tras luchas porque él ha estado aquí; él sintió nuestro dolor. ¿Podemos imaginarnos un Salvador más misericordioso, un Sumo Sacerdote más comprensivo y compasivo? Un gozo inmenso y una profunda gratitud surgen en las almas de quienes saben que él sufrió todo por nosotros. Animados de este modo, nos acercamos “confiadamente al trono de la gracia” (Hebreos 4:16), entregándonos a él con abandono total.

¿Qué pruebas estás afrontando en este momento? ¿De qué modo te ayuda saber que Jesús siente y comprende tu dolor?


¯ Jueves 17 de abril

UNA SOLIDARIDAD ETERNA (1 Timoteo 2:5)

Cuando imaginamos la enorme diferencia entre Dios y nosotros mismos, es asombroso pensar que Dios se extendería a nosotros con­descendiendo a tomar la carne humana. Pero, después de que hubiera concluido su sacrificio, la mayoría de nosotros hubiéramos estado con­tentos de que él abandonara su afinidad con nosotros, y retornara ple­namente a lo que era antes. Sin embargo –y eso nos asombra absoluta­mente– descubrimos que ¡Jesús para siempre mantendrá su solidaridad con nosotros al retener nuestra naturaleza!

Considera las implicaciones de los siguientes pasajes con respecto a la solidaridad eterna de Jesús con nosotros:

Lucas 24:36-43 _____________________________________________________

Hechos 1:10, 11 ____________________________________________________

Hechos 17:31 ______________________________________________________

1 Timoteo 2:5 ______________________________________________________

“Por su vida y su muerte, Cristo logró aun más que restaurar lo que el pecado había arruinado. Era el propósito de Satanás conseguir una eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos a es­tar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos pecado. Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros. ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo’ [...]. Lo dio no solo para que llevase nuestros pecados y muriese como sacrificio nuestro; lo dio a la especie caída. Para asegurarnos los benefi­cios de su inmutable consejo de paz, Dios dio a su Hijo unigénito para que llegase a ser miembro de la familia humana, y retuviese para siem­pre su naturaleza humana. [...] Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la llevó al más alto cielo. Es ‘el Hijo del Hombre’ quien comparte el trono del universo” (El Deseado de todas las gentes, p. 17). “Cristo ascendió al cielo llevando una humanidad santificada y sagrada. Llevó esa huma­nidad consigo a las cortes celestiales, y a través de los siglos eternos la retendrá, como aquel que redimió a cada ser humano que está en la ciudad de Dios” (“Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1.054).

Un amigo tuyo, escuchando acerca de la solidaridad eterna de Jesús con nosotros, dice: “Eso es ir demasiado lejos. ¡Es demasiado!” ¿Qué le dirías a esa persona? Y ¿cómo te sentirías acerca del hecho de que Jesús será como nosotros por toda la eternidad? Por increíble que sea este concepto, ¿qué nos dice acerca del amor de Dios por la humanidad?


¯ Viernes 18 de abril

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: En la controversia acerca de la per­sona de Jesús, que ya dura siglos, el Concilio de Calcedonia (451 d.C.) marcó un momento significativo. Esencialmente, acordaron y proclama­ron que Jesucristo es plenamente Dios y plenamente hombre: “Todos a una voz enseñamos que [...] nuestro Señor Jesucristo es uno y el mismo Dios, el Mismo perfecto en la Deidad, el Mismo perfecto en la huma­nidad, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre [...] [uno] con el Padre en cuanto a su Deidad, y [...] [uno] con nosotros en cuanto a su humanidad; en todas las cosas igual a nosotros, con la sola excepción del pecado [...]”.–Citado en Justo L. González, A History of Christian Thought, tomo 1, p. 390. Para una evaluación de las implicaciones de la de­claración de Calcedonia desde la perspectiva adventista, ver Roy Ada­ms, The Nature of Christ, pp. 57-72.

“Al contemplar la encarnación de Cristo en la humanidad, queda­mos perplejos ante un misterio insondable. [...] Cuanto más reflexio­namos sobre él, tanto más asombroso aparece. ¡Cuán amplio es el con­traste entre la divinidad de Cristo y el infante indefenso en el pesebre de Belén! ¿Cómo podemos cubrir la distancia entre el poderoso Dios y un niño indefenso? Y, no obstante, el Creador de los mundos, aquel en quien estaba la plenitud de la Deidad corporalmente, se manifestó en el bebé indefenso en el pesebre. ¡Más alto que cualquiera de los ángeles, igual con el Padre en dignidad y gloria, y no obstante vestido con el ropaje de la humanidad! La divinidad y la humanidad se combinaron misteriosamente, y el hombre y Dios llegaron a ser uno. En esta unión encontramos la esperanza de nuestra raza caída”. –E. G. de White, en Signs of the Times, 30 de julio de 1896.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. ¿Cuáles son, para ti, los grandes problemas que rodean la huma­nidad de Cristo? ¿Por qué son importantes para ti? Al mismo tiempo, ¿por qué debemos ser cuidadosos de no ser demasiado severos o dog­máticos acerca de los detalles más pequeños de la humanidad de Cris­to?

2. Elena de White declara que la humanidad de Cristo es todo para nosotros (ver Mensajes selectos, t. 1, p. 286). ¿Qué quiso decir ella con esto? ¿De qué maneras prácticas te afecta la idea de la humanidad de Cristo en tu caminar cristiano?

3. ¿De qué modo podríamos usar lo que hemos estudiado en la lección de esta semana en nuestro testimonio personal? ¿De qué ma­nera la realidad de la humanidad de Cristo afecta a la gente donde está viviendo hoy?

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