martes, 8 de abril de 2008

comentario sobre la leccion 2 de abril escuela sabatica



Lección 2
12 de Abril de 2008

El misterio de su divinidad
Prof. Sikberto Renaldo Marks


Versículo para Memorizar: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).


Introducción

Jesús, nacido de María no fue originado después de la creación de las criaturas creadas por Él mismo. Esto no es un misterio, es algo que es fácil de entender.

Juan 1:1-3 habla de Jesús, y dice que en el principio, El era el Verbo y estaba con Dios y era Dios. Este principio hace referencia a los tiempos que no pueden ser contados ni calculados, pues son tiempos que retroceden infinitamente hacia el pasado, mucho más allá de lo que nuestra mente pueda imaginar o siquiera comprender. Es el tiempo en el que no había nada, sino Dios, y Éste estaba en el vacío inmenso e infinito.

En ese tiempo, el Verbo, Jesús, era Dios (Hijo), con Dios (Padre). Y Él era la Palabra, esto es, la expresión, la voluntad o el pronunciamiento de Dios. También se puede entender por Palabra, como Dios y su poder de crear y hacer surgir de forma organizada y completa todo lo que su mente había planeado. Entonces el Verbo era en el principio, como todavía hoy, el poder dinámico capaz de dar origen a todas las cosas a partir de la voluntad y de la inteligencia, por medio de sus pensamientos y palabras.

Estos atributos del Verbo son infinitos; por lo tanto, la voluntad de El podría crear hacia una extensión infinita. Por lo que sabemos, la inmensidad del universo es infinita. Si así fuera, cae por tierra la teoría del Big Bang, pues todo lo que algún día explotó, nunca llega a ser infinito, siempre tiene algún límite, aún cuando su dimensión sea tan vasta que no pueda ser calculada por recursos humanos.

El Dios Creador, compuesto de tres Personas, creó todas las cosas por medio del Verbo, la Palabra poderosa que fue pronunciada, y que hizo surgir de la nada todo aquello que estaba planeado en su mente. Así como nosotros, en una dimensión mucho más limitada, somos capaces de obrar utilizando nuestra fuerza vital, con nuestra inteligencia; del mismo modo Dios es capaz de obrar por medio de su Palabra pronunciada o incluso únicamente pensada.

La mayor maravilla producida por la Palabra de Dios somos nosotros, criaturas hechas a su imagen y semejanza (Génesis 1:28). Es un hecho que en nuestras células, en cada una de ellas, hay una descripción completa de lo que somos. Todo está escrito en forma de lo que se ha dado en llamar “código genético”. Cada célula tiene la información escrita, el conjunto de datos, de lo que somos. Por medio de la información aportada por una célula, podemos ser reconstruidos en otro ser exactamente igual, o sea que podríamos reproducir más seres iguales a nosotros. A esto se lo denomina clonación.

La Biblia dice, en 2 Corintios, que somos una manifiesto en forma de carta (o palabra) escrita por el Espíritu de Dios. Es la voluntad de Dios reproducida en nosotros. Es el proyecto de Dios manifestado a través de nosotros, cuya esencia está escrita, no en tablas de piedra, sino en nuestros corazones. Somos producto de la Palabra, y el amor de Dios está escrito en nuestros corazones, así como los Diez Mandamientos están escritos en tablas de piedra.

Así fue desde los comienzos con Adán y Eva, pero esa parte de la carta (o palabra) escrita por Dios, se alteró por el pecado, y ha continuado alterándose a lo largo del tiempo en el que el pecado ha formado parte de nuestra experiencia. Satanás ha provocado esa alteración, de modo que hoy los seres humanos tienen mucho más facilidad para odiar que para amar.

No obstante, el Creador, según el versículo citado, quiere devolvernos a nosotros la capacidad de amar, re-escribiendo en nuestros corazones lo que Él escribió en las dos tablas de piedra. El quiere escribir otra vez lo que había escrito en Adán y Eva, lo que era su voluntad, de que tengamos nuevamente la capacidad de amarlo como Creador y de amarnos entre nosotros mutuamente. Es la palabra escrita del amor de Dios en nuestro código genético lo que nos habilita para que nuevamente seamos semejantes al Creador. Es el Verbo regenerando al ser humano degenerado por el pecado.

A tal punto esa capacidad de crear por la Palabra es intensa que se confunde con el propio Ser que es Dios. Todo lo que existe fue hecho por la Palabra de Dios, es decir Jesús, uno de los integrantes de la Divinidad eterna. Y ese Dios es un único principio: Amor; su ley es El mismo. Dios es la Ley, el amor; y la Palabra es la capacidad de diseñar un ser complejo como nosotros, y escribir en él las órdenes del código genética, increíblemente complejas y concretar ese diseño en un ser real. En eso consiste el acto creador de Dios.


Su preexistencia: Lo que significa para nosotros

El Niño que nació en Belén fue engendrado en el vientre de María durante nueve meses. Así como con cualquier otro bebé. Pero había una diferencia entre ese Bebé y los demás. Los otros tuvieron padre, no sólo una madre. Pero en este caso, su padre no era un ser humano. ¿Quién fue el padre de Jesús engendrado en María? Fue Él mismo. Fue Él quien se hizo carne, para habitar entre nosotros (Juan 1:14).

El ser eterno tiene dos dimensiones. La primera es nacer, tener un comienzo y no morir más. Ese es el caso de todas las criaturas que son salvas, tienen un comienzo en su existencia, su nacimiento. La segunda dimensión es haber existido desde la eternidad y hacia la eternidad. Este es el caso de Dios, y sólo de Él. Jesús, que nació en María, ya existió desde antes de la eternidad.

Hay algunas declaraciones en ese sentido que podemos extraer de la Biblia:

· El Niño que nació, el Hijo, es Padre Eterno (Isaías 9:6).
· Su origen proviene de los días de la eternidad (Miqueas 5:2).
· El Universo se hizo por medio del Hijo (Hebreos 1:2; Colosenses 1:16).
· El es quien sustenta todas las cosas por el poder de su Palabra (Hebreos 1:3).
· En Él subsisten todas las cosas (Colosenses 1:17).
· Es el Primogénito de toda la Creación (Colosenses 1:15).
· Antecede a todas las cosas (Colosenses 1:17).

Aquí surge una pregunta interesante. Es fácil entender que alguien o algo tenga una duración eterna, pero ¿cómo se puede entender que alguien haya existido desde la eternidad? ¿Cómo se puede explicar la existencia eterna de Dios? ¿Qué había antes de la creación? Finalmente, ¿de dónde vino Dios? ¿Cuánto tiempo permaneció existiendo sólo Él, sin ningún acto creador?

Es imposible responder. Pero son curiosidades que tendremos el placer de escuchar estudiándolo directamente de Aquél que siempre ha existido. Si pudiéramos explicar todo con respecto a Dios, entonces Él no sería infinito, sino sólo un poco superior a nosotros, y no demasiado. Ni durante la eternidad podremos obtener la comprensión completa del Ser infinito, por lo que estaremos aprendiendo de manera continua de Él, la fuente de toda ciencia, conocimiento y poder.

Jesús vino desde la eternidad, se convirtió en un ser finito y murió, pero resucitó por medio de su poder de retomar la vida y se hizo nuevamente Eterno. ¿Cómo entender esto? Durante este trimestre entenderemos algo acerca de esto, y luego –a lo largo de la eternidad– comprenderemos algo más, pero nunca entenderemos todo respecto de Dios. ¿Puedes imaginar cuán agradable será estudiar el tema de cómo es Dios?


El testimonio del Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento tenemos las declaraciones del propio Jesús pregonando su eternidad anterior. Un punto interesante para destacar es que Jesús dijo que Él “vino” a salvar al pecador (Lucas 19:10). Si Él hubiera nacido aquí en la tierra sin haber venido de algún otro lugar, su vida se habría iniciado aquí. Y si fuera así, ¿qué clase de Salvador sería ese? En tal caso, Jesús nunca podría haber sido alguien superior a los grandes héroes humanos del pasado, hoy todos muertos, y apenas recordados en los libros de Historia. El Salvador tenía que venir de algún lugar que no fuera de esta tierra para salvar a la humanidad, para llevarla a ese lugar, sacando a los salvados de aquí.

Además, el Salvador también tenía que ser Creador, o no tendría poderes para salvar. De no haber sido así, como máximo habría reunido condiciones como para morir, lo que de hecho ocurrió. Pero sin ser Creador, el morir por la humanidad no hubiera pasado de ser un acto heroico sin mayores beneficios.

Hay varios lugares en la Biblia en los que Jesús mismo declara su preexistencia. Veamos algunos:

· “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre” (Juan 3:13).
· “Yo soy de arriba… Yo no soy de este mundo” (Juan 8:23).
· “Antes de que Abrahán existiera, Yo Soy” (Juan 8:58).
· “Han conocido que realmente salí de ti, y han creído que me enviaste… Por cuanto me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:8, 24).

La expresión “¨Yo Soy” es común en la Biblia. En Génesis 17:1, Jesús dice: “Yo Soy el Dios Todopoderoso” . En Éxodo 3:14, el Señor al hablar con Moisés le dice: “Yo Soy el que Soy… Así dirás a los israelitas: Yo Soy me ha enviado a vosotros”. En Juan 6:41, Juan 6:48 y 51, Él se presenta como el “Pan Vivo que descendió del cielo”, diciendo siempre “Yo Soy”. Esta expresión aparece centenares de veces, siempre dando a entender que Él vivía desde la eternidad.

Las dos últimas veces que en la Biblia aparece “Yo Soy”, es en Apocalipsis 22:13, donde el Señor dice: “Yo Soy el Alfa y la Omega; el Primero y el Último: el Principio y el Fin”, es decir, que Él siempre fue y siempre será. En Apocalipsis 22:16, leemos: “Yo, Jesús, os envié mi ángel con este testimonio para las iglesias. Yo Soy la Raíz y el Descendiente de David, la radiante Estrella de la mañana”.

Jesús deja bien en claro que Él viene de la Eternidad, y subsiste hasta la eternidad. Pero la expresión “Yo Soy” más interesante es la que encontramos en Apocalipsis 1:8, donde se dice: “Yo Soy el Alfa y lao Omega –dice el Señor Dios– el que es; el que era; y el que ha de venir, el Todopoderoso” . En Apocalipsis 1:17b y 18, un pensamiento continúa y se completa: “¡No temas! Yo Soy el Primero y el Último. Soy el que vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de siglos. Y tengo las llaves de la muerte y el sepulcro”. Esta declaración de Jesús sobre Él mismo es algo impresionante, una descripción de Él. El fue desde siempre, estuvo muerto, pero ahora está vivo para la eternidad. El tiene poder sobre la muerte, es capaz de destruirla y es capas de acabar con el infierno destructor.

Eso nos da seguridad. Vale la pena ser salvos por Alguien que existe desde los tiempos más remotos y que nos llevará para que existamos hasta la eternidad. Es un Salvador con todas las letras, ansioso por darnos la vida eterna.


Aparentes contradicciones

En la Biblia aparecen pasajes en los que Jesús es considerado como Hijo único de Dios (Juan 1:14; 3:16 y 1 Juan 4:9). ¿Esto quiere decir que Dios lo haya creado?

La palabra Hijo único no puede tener esa connotación, el que Jesús se haya originado en algún tiempo en el pasado. En el estudio anterior hemos visto que Él siempre existió. Entonces esta palabra tiene aquí otro significado.

Notemos que en Juan 1:18 está la expresión “Dios Unigénito”. Quiere decir Dios único, o sea que no hay otro igual. Mejor aún, no hay otro Dios. El es incomparable porque es exclusivo en sus atributos inconmensurables, especialmente en su capacidad de amar. Dios crea seres para que los pueda amar, y eso quiere decir que Él los cría para su gloria. La gloria de dios es la capacidad de amar. Él necesita amar.

Entonces, ¿qué quiere decir “Unigénito”? Hijo es una expresión que no solo utilizamos para los que fueron engendrados por nosotros. Cuando amaos a una persona la tratamos como hijo o hija. Es una expresión de cariño y de afecto. Entiendo que ése es el significado que se puede dar a “Unigénito”, o “Único Hijo”. Dios entregó al mundo al Ser que más amaba, al que estaba más relacionado con Él, como si fuera un hijo, aunque este ser hubiera tenido pre-existencia como la del propio Dios, el Padre.


La divinidad de Cristo

Los escritores del Nuevo Testamento, todos judíos, eran cuidadosos en extremo en cuanto a la blasfemia, que es atribuir las características de la divinidad a quién no las tienen. Ellos trataron a Jesús como un ser divino. Y ellos estaban convencidos de ello.

Una de esas convicciones está registrada en Mateo 3:3. Allí, Mateo escribe acerca de la profecía de Isaías 40:3, sobre el mandato de preparar el camino del Señor, que en el original es Yahweh, el nombre más solemne para Dios en el Antiguo Testamento.

La lección presenta además el pasaje de Juan 1:1, sobre el Verbo que era en el principio y que hace referencia al Jesús antes de la encarnación. Juan escribió este pasaje aproximadamente en el año 95 d.C., o sea, unos sesenta y cinco años después de la muerte de Cristo. En ese tiempo el profeta ya era muy anciano, y todavía mantenía esa convicción. Así también ocurre en Juan 1:18, donde se hace referencia a Jesús como el Unigénito.

En el caso de Tomas (Juan 20:28), donde el discípulo proclamó que Jesús era su Dios. Tomás conocía a Jesús, pero al no haberlo visto, dudaba de que fuera Él quien se había aparecido en diversas oportunidades a otros discípulos. Cuando Él mismo vio a Jesús y palpó sus heridos, no dudó más y lo llamó Jesús de Dios. Tomás sabía desde antes de la muerte de Cristo que Él era Dios. Cuando se convenció de que Jesús había resucitado, continuó entendiendo que Jesús, Dios, estaba vivo.

Un punto importante es el hecho de que los judíos eran celosos con cuanto a la divinidad. Los discípulos también lo eran. Y ninguno de ellos cuestionó la divinidad de Jesús. Por el contrario, salieron a predicar al mundo que Él había resucitado, que ahora era el Salvador del mundo y que volvería nuevamente, conforme lo había prometido. La predicación de esos hombres y mujeres es un fuerte testimonio acerca de quién es Jesús.


Y hay más todavía

De mi parte nunca tuve dudas de la divinidad de Cristo. Aún así, considero a estas lecciones como grandemente provechosas. No para un convencimiento más sólido de este punto, sino para tener más argumentos cuando me toque contactarme con personas escépticas. Y eso en estos días finales es importante.

Si los buscamos, en la Biblia hay innumerables pasajes que denotan que Jesús es Dios, tal como lo es el Padre. En 1 Corintios 1:3, Pablo coloca al Dios Padre y al Señor Jesucristo al mismo nivel de importancia. En 2 Corintios 13:14, el mismo autor presenta la Trinidad, diciendo que “la gracia del Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo estén con vosotros”. Jesús una vez más aparece como un Ser divino, tal como el Padre y el Espíritu. Así, en Apocalipsis Juan explica que los salvados reinarán, como sacerdotes de Dios y de Cristo por mil años, y en Apocalipsis 22:3 se presenta a Cristo al lado de Dios el Padre, cada uno en un trono. En Apocalipsis 5:6, Juan vio que al Cordero en medio del trono (versículo 7) y quien toma el libro de la mano de Aquél que estaba sentado en el trono.

No tenemos dudas de que Cristo es Dios. Si no lo fuera, nuestra fe sería inútil. Para iniciar una rebelión, alcanza con una criatura inferior, tal como un ángel e incluso el propio ser humano. Pero para ser Salvador, un ángel no hubiera tenido el poder suficiente. Era necesario que fuera alguien con todos los atributos de Dios, es decir, ser Creador, ser eterno, ser capaz de amar indefinidamente, ser infinitamente poderoso y que ese poder estuviera basado en el amor, estar presente en todos los lugares al mismo tiempo, ser capaz de tener conocimiento de todo lo que sucede, aún las cosas más secretas, y ser justo en todas sus actitudes. En una palabra, ser Perfecto.


Aplicación del estudio

Los Evangelios de Mateo y Lucas presentan la genealogía de Jesús. En las dos hay puntos discordantes, tal vez en Mateo estén faltando algunos nombres, pues es menos completa, termina en Abrahán. La de Lucas es más completa y detallada. Jesús, José, Elí, Matat, Leví, Melqui, Jana, José, Matatías, Amós, Nahum, Esli, Nagai, Maat, Matatías, Semel, José, Judá, Joanán, Resa, Zorobabel, Salatiel, Neri, Melqui, Avdi, Cosam, Elmodam, Er, Josué, Eliezer, Jorim, Matat, Leví, Simeón, Judá, José, Jonán, Eliquim, Melea, Mainán, Matata, Natán, David, Isaí, Obed, Booz, Salmón, Naasón, Aminadab, Aram, Esrom, Fares, Judá, Jacob, Isaac, Abrahán, Taré, Nacor, Serug, Ragau, Peleg, Heber, Sala, Cainán, Arfaxad, Sem, Noé, Lamec, Matusalén, Enoc, Jared, Mahalaleel, Cainán, Enós, Set, Adán, Dios.

En esta genealogía vemos a Jesús insertado en la humanidad. Notemos, allá está Él junto con Dios, el Padre, al principio de la Creación de esta tierra, y nuevamente lo vemos, luego de José, entre los hombres. Antes era Todopoderoso; ahora, un humilde ser humano.

Pero el punto que queremos destacar es otro. ¿Dónde está Él ahora? Según Apocalipsis 5, está sentado en el Trono Celestial. Volvió al lugar de dónde había venido. No tuvo hijos ni hijas, pero tendrá una multitud de salvados que Él creó al principio, los cuales son como sus hijos es hijas. Volverá nuevamente a esta tierra para buscarlos para llevarlos a vivir con Él por la eternidad. El fue el Ser Divino que se insertó en la genealogía de los humanos, se hizo uno de nosotros, descendiente de entre nosotros, y volvió a ser un Ser Divino, para así salvarnos.

El es Dios. Fue Hombre, pero volvió a ser Dios. Y cuando volvió a ser Dios, no lo hizo únicamente para recobrar su estatus de Dios, sino más que eso. Se volvió también Salvador de la humanidad. Entonces, no podemos admitir a Jesús sin su Divinidad; ni antes, ni después. El siempre fue Dios; ahora además es Salvador. Claro, que para ser Salvador necesita ser Dios.

Prof. Sikberto R. Marks

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