lunes, 2 de junio de 2008

el significado de su muerte



ección 10
(31 de Mayo al 7 de Junio de 2008)

El significado de su muerte

Dr. Rodrigo P. Silva


Bosquejo del Comentario

1. ¿Mártir o Redentor?
2. El evento histórico de la Cruz
3. Significado profético-restaurado r de la Cruz


Introducción

Sin ningún asomo de duda, Jesús de Nazaret se convirtió en el nombre más difundido de toda la Historia. Aún cuando hay una gran mayoría del planeta que no se considera cristiana, no hay otro personaje en la Historia que haya recibido tanta atención que aquél “desconocido” judío de Galilea que se identificó como el verdadero “Hijo de Dios”.

En la actualidad, el turismo de Jerusalén recibe cada año aproximadamente tres millones de personas cuyo motivo principal de la visita es conocer los lugares en los que estuvo el Señor. Este número se vuelve significativo cuando recordamos que la ciudad no tiene más que ochocientos mil habitantes. Además, el país entero tienen algo de seis millones de habitantes, por lo que la cantidad de visitantes “interesados” en Jesús es la mitad de la población nacional y más del triple del de la capital (sólo para aclarar, la ciudad de Tel Aviv es también considerada la capital de Israel).

Es sorprendente notar que, en un mundo con tendencias tan secularizantes y anti religiosas, el nombre de Jesús todavía atraiga a tanta gente. Aún entre los comerciantes palestinos o de orientación musulmana, es común que exista la venta ostensible de artefactos religiosos relacionados a la figura de un “judío” llamado Jesús. Además, si dejamos Israel y avanzamos hasta el resto del mundo, podremos quedar boquiabiertos con la mención publicada por la Revista de Antropología Experimental (4:2004), de que el turismo religioso (especialmente el de orientación cristiana), mueve anualmente cuatro mil quinientos millones de dólares y genera, directa o indirectamente, 192 millones de empleos.

Pero aquí surge una pregunta: ¿Será que estos millones de admiradores, aficionados, comerciantes, seguidores, en fin, personas “directa o indirectamente relacionadas con Cristo”, tienen una noción real de lo que significó su muerte en la Cruz? ¿Será que comprenden lo que aquél evento significó y la relación intrínseca entre su propia vida actual y la muerte de aquél Judío de ayer?

Esta lección busca establecer el tema de la Cruz en, por lo menos, tres direcciones básicas: su significado teológico (la diferencia entre Cristo y un mártir cualquiera); su significado histórico (la Cruz fue real, no es un mito); y su significado profético-redentor (la diferencia entre el Jesús crucificado y los demás que Roma también condenó a la cruz).


¿Mártir o Redentor?

La lección comienza con la declaración profética de Simeón, anunciando a Jesús como un Niño nacido para rescatar a los israelitas y gentiles de manera “contradictoria” y “dolorosa” (Lucas 2:32, 34, 35). La “contradicción” puede notarse tanto en los resultados de su obra (algunos caen como Judas, otros se levantan como Pedro), como en la manera en la que Él realizaría la obra (muerte que trae vida; ira que trae paz; condenación que trae liberación).

María y José, es evidente, no comprendieron la profundidad de la que Simeón estaba hablando, y por eso se admiraron de sus palabras (versículo 33). Además, tal vez el propio Simeón –que habló en ese momento inspirado por el Espíritu de Dios– estuviera plenamente al tanto del profundo alcance de sus palabras. Pero todos, de alguna manera, entendieron que la obra de aquél Niño involucraría un tremendo dolor del que María, como madre, sería testigo como una “espada” que atravesaría su alma.

La lengua griega, en la cual estas palabras fueron conservadas por el evangelista (pues seguramente Simeón estaría hablando en arameo o hebreo), nos revela un hecho interesante. Cuando se dice “Este niño es puesto…por señal de contradicción” , el autor utiliza un participio presente pasivo, lo que quiere decir que aquello sería una acción continua que se prolonga indefinidamente desde ese tiempo hasta nuestros días. Literalmente, lo que el texto está diciendo es “para continuar hasta hoy siendo una señal de contradicción” . Esto quiere decir que la obra de Jesús no estaría restringida a sus contemporáneos, sino que alcanzaría a otras generaciones venideras.

Otro hecho que revela el griego es la manera en como el autor reproduce las palabras finales de Simeón (o, ¿quién sabe?, tal vez sea una anotación o comentario del propio Lucas) de que todo aquello sería para que se manifestaran los “pensamientos de muchos corazones”. “Muchos”, aquí significa “todos”, en griego. Aquí está implícita la idea del Juicio Final y la planificación divina previa.

¿Cómo sabemos esto? Hay otra forma verbal (llamada técnicamente aoristo del subjuntivo pasivo) después de la expresión “para que”, que indica que la frase “para que se manifiesten” señala un propósito –lógicamente divino– que antecedía en mucho lo que habría de acontecer. Por lo tanto, la obra de Jesús no comenzó con su nacimiento, sino mucho antes (en una indicación indirecta de su preexistencia) , y alcanza hasta el fin, el juicio que es la manifestación (una mejor expresión sería revelación) última de todas las decisiones, secretos, planes y comportamientos que provienen (así está en el griego) del corazón de los hombres. En otras palabras, el momento en el que los frutos de la vida de cada uno de nosotros sean traídos a la luz en el juicio definitivo de Dios.

Resumiendo, las palabras de Simeón le otorgan un sentido formal, funcional, étnico, dimensional y temporal a la obra de Cristo.

· Sentido formal à Una obra contradictoria, extraña y dolorosa.
· Sentido funcional à Serviría para revelar la gloria de Israel y la luz a los gentiles, o sea, salvar personas.
· Sentido étnico à Alcanzaría a los judíos y gentiles, o sea, al mundo entero.
· Sentido Dimensional à Es el plan de Dios que alcanza a todos los hombres. En cierta manera, todo el universo está involucrado en esta obra.
· Sentido Temporal à Es anterior a su nacimiento y supera a su vida en este planeta, llegando hasta el Juicio final.

Estas palabras indican, tal como bien presenta la lección, que “Cristo nació destinado a morir”. Su muerte no fue un accidente, sino el fruto de una cuidadosa planificación que involucró cuestiones que van más allá de lo racional. Algunos que no tienen conocimiento bíblico sobre estas cuestiones podrían objetar: “Todos, sin distinción alguna, nacemos para morir. Al fin y al cabo, la muerte es la única certeza que tenemos con respecto a nuestra vida. ¿Qué tendría de especial entonces la frase ‘Cristo nació para morir’?”

Esta postura puede ser entendida si la comparamos con una lectura rápida y superficial de la obra de Cristo y la obra de otro mártir cualquiera que entregó su vida por una causa. Buenos ejemplos son Gandhi; Martin Luther King. Estos ejemplos de muerte por una causa justa, aún alimentan la esperanza de muchos que han vivido después de ellos. ¿Qué es lo que diferencia a Cristo de estos hombres?

Bien; esta parte de la cuestión ya está respondida en la propia manera en como la Lección define la muerte de Cristo como no accidental. Notemos, todos sabemos que vamos a morir, pero nadie sabe cómo, si será por un accidente, por una enfermedad fatal o es una depresión la que nos llevará a un suicidio. Ningún mártir de la Historia nació destinado por Dios a morir por esta o aquella causa. Su martirio simplemente sucedió, no estaba profetizado.

Jesús fue diferente. El no tenía manera de escapar a la sentencia, amenos que decidiera no salvar a la humanidad. Por ello, no es teológicamente correcto decir que Jesús fue un simple mártir. Los mártires, por más loables y dignos de respeto que sean, no podrán, con su sangre, salvarnos del Juicio Final. Su ejemplo puede incluso inspirar a generaciones posteriores, su lucha incluso puede llegar a salvar vidas (muchos hindúes se salvaron cuando la muerte de Gandhi llamó la atención del mundo hacia lo que ocurría en su país). Pero esa “salvación” es apenas una postergación de la muerte y una prolongación (tal vez una seguridad) de la existencia que tenemos en este planeta. La salvación traída por Jesucristo, a diferencia, produce vida eterna y no sólo unos años más de existencia terrenal. Por lo tanto, aunque la muerte de Jesús tenga algo de “martirio”, su significado sobrepuja, en mucho, al sentido de la palabra. Lo mejor sería definirlo como Redentor, para que se acentúe la diferencia entre Él y otros que murieron por causas nobles.

Su muerte fue algo proféticamente esperado y anunciado desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8I. Cuatro mil años de historia desde Adán hasta Cristo pasaron en un anuncio continuo de lo que estaba por ocurrir en ese día. Predicaciones, anuncios proféticos, libros inspirados (del Antiguo Testamento), y todo el ritual del Santuario, surgieron sólo para decirle al mundo que Él vendría para morir. Ningún otro héroe de la Historia tuvo una trayectoria como ésta.


El evento histórico de la Cruz

Un punto importante que la Lección destaca es el hecho de que los Evangelios no son biografías que se escribieron sobre Jesús, ni pretenden serlo. Son, antes que eso, una “teología” de su vida. Esto es verdad. Pero este mismo concepto, puesto en las páginas de una autor de tendencia liberal, puede tener un sentido extraño a la comprensión adventista. En otras palabras, estos autores incluso dicen lo mismo, pero con un significado muy diferente del expuesto por la Lección y debemos tener cuidado con esto. Estos autores dicen: “Pues bien, los evangelios son apenas una teología de la vida de Cristo, no una biografía. Entonces son imágenes filosóficas de Cristo y no una descripción histórica de lo que realmente sucedió”. Este concepto aparece en muchos libros teológicos que han surgido por allí. Recuerdo un prestigioso autor, especialista en Nuevo Testamento que, teniendo en mente este concepto de “evangelios teológicos, no históricos”, escribió que la multiplicació n de los panes y los peces no fue un evento histórico. Fue una parábola para explicar cómo Jesús, a través de su mensaje, convencía a los que tenían panes a juntarse con los que tenían peces, compartiendo los alimentos con los que no tenían nada. Entonces no hubo milagro alguno, a no ser el de convencer a los que tenían de compartir lo suyo con los que no tenían.

La resurrección de Jesús es otro evento que muchos que siguen esa misma línea de pensamiento consideran como algo que no es historia real, sino una parábola teológica de los evangelistas para explicar que la fe de Cristo no murió con Él en la Cruz, sino que continuó viva a través de la predicación de sus seguidores. Así, la presencia del cristianismo hoy es como si Cristo todavía estuviera vivo simbólicamente en la continuidad de la obra apostólica.

Estas ideas son absurdas y peligrosas. Los evangelios son, de hecho, una teología, pero también significan una historia real. La teología sólo brinda un significado a lo que sucede. No inventa los acontecimientos. La palabra evangelio es un término técnico que no fue creado por los cristianos, sino que ya existía en el mundo grecorromano para indicar el anuncio de algo bueno que realmente había ocurrido. Si era inventado, no podía ser evangelio. El nacimiento de César Augusto, por ejemplo, es descripto en una inscripción romana como el gran “evangelio del mundo”. Así, sería extraño que los autores del Nuevo Testamento le otorgaran el nombre técnico de “evangelio” a algo que no fuera legítimamente histórico.

La historia era, además, tan real que su clímax, lejos de ser una invención propagandística, era un motivo de horror y vejamen. Estamos hablando de la crucifixión del Hijo de Dios. La cruz era algo tan detestable que Cicerón dijo que no debería ni siquiera ser pronunciada ante la presencia de un ciudadano romano. Además, hubo un tiempo en el que el vocablo latino crux significaba linchamiento. No había sentencia más terrible o asombrosa que la condenación a muerte en la cruz.

Es curioso, sin embargo, que la Cruz se haya convertido en motivo de alegría y paz, pues fue a través de ella que Cristo salvó al mundo, dándole a aquél que crea la oportunidad de volver al Paraíso perdido por Adán. En la Cruz, el Cielo y la Tierra se unieron, el pecado fue extirpado, la gracia inaugurada. Y eso no ocurrió por el madero en sí mismo, sino por Aquél que allí estaba colgado, el Hijo de Dios.


El significado profético-restaurado r de la Cruz

Las lecciones correspondientes al Martes y Miércoles incluyen algunas palabras griegas utilizadas en el Nuevo Testamento para ilustrar el significado profético y restaurador de la cruz o de la muerte de Cristo en nuestro lugar. Valdrá la pena tomarse algún tiempo para verificar algunas de esas expresiones:

· Prósfora: Ofrenda en forma de fragancia, perfume, aroma. Pablo utiliza esta palabra en Romanos 15:16 al expresar su deseo de que la ofrenda (prosfora) de los gentiles fuera algo aceptable a Dios. En Filipenses 4:18, él habla de las dádivas enviadas por los hermanos como “fragante aroma, sacrificio acepto, agradable a Dios”. En Efesios 5:2, exhorta a sus lectores a ser como Cristo, que se entregó por nosotros a Dios como “fragante aroma” (prosfora). Pues bien, en los tiempos bíblicos, el aroma y el perfume tenían un significado muy especial. En ese contexto cultural, el baño era algo raro; entonces, el perfume servía para neutralizar el mal olor, formaba parte de la higiene.

Los sacrificios, generalmente involucraban derramamiento continuo de sangre y la presentación de carnes quemadas sobre el altar, y también podía presentar aromas no demasiado agradables, especialmente, cuando eran realizados por una multitud de ofrendantes, todos los cuales hacía bastante tiempo que no se habían dado un baño. Para neutralizar esos malos olores, en esas ocasiones se realizaba la quema de incienso y especias que producían humo de olor agradable. Este humo subía hasta Dios quien, según la concepción de la época, al mismo tiempo que veía el sacrificio realizado, también sentía un perfume agradable. Al fin y al cabo, presentar a una Divinidad relacionándolo con algo maloliente sería irrespetuoso, según la cultura de la época.

Fue de allí que surgió el ritual bíblico de las ofrendas acompañadas de incienso y aromas agradables que subían hasta la presencia de Dios (Éxodo 30:7, 34, 35, 37, 38). En ese contexto, las oraciones de los santos son simbolizadas por el aroma agradable que sube hasta Dios (Salmo 141:2; Apocalipsis 5:8). La muerte de Cristo, a su vez, también es simbolizada por el incienso agradable a Dios, algo que permite la neutralizació n del mal olor que producen los pecados. Una persona con mal olor es segregada, nadie quiere acercársele. Del mismo modo sucede con la humanidad maloliente a causa de sus pecados, y por eso es excluida de la familia de Dios. Pero la gracia de Cristo neutraliza aquello que naturalmente causaría el repudio de otros en relación a nosotros y eso nos permite acercarnos con confianza (y “buen perfume”) ante el trono de Dios.

· Lútron: Mateo 20:28 (comparar con Marcos 10:45) aporta la palabra lútron, “rescate”, cuyo sentido literal sería “pago para soltar”, “precio de un rescate”. Esta palabra únicamente aparece en el Nuevo Testamento en los dichos de Cristo (notar, por ejemplo, Mateo 20:28). Pero hay algo que debe añadirse. Según nuestro pensamiento occidental, el rescate es algo que se paga a un criminal que tiene a un ser querido como rehén. Esta aplicación a Cristo podría generar una situación embarazosa para Cristo, que supondría que Él le estaría pagando un “rescate” a Satanás por el precio de nuestra redención. Y eso no es verdad.

Para aclarar, es importante notar que el “precio de un rescate”, en los tiempos bíblicos, involucraba muchas vedes dos situaciones distintas del significado actual del pago a un secuestrador. La imagen original que el autor bíblico tenía en mente cuando comparaba esto con la obra de Cristo, era la de un rescatador (un padre, un rey) gastando enormes sumas de dinero para emprender la búsqueda de alguien que había sido raptado o que estaría preso en manos del enemigo. Los costos del rescate eran altos y podía involucrar los gastos del viaje, hasta el alquiler de un ejército, si fuera necesario el uso de la fuerza física para liberar al que estaba cautivo. El ejemplo de Abrahán rescatando a su sobrino Lot ilustra esto (Génesis 14:12-17). El “precio del rescate”, por lo tanto, no era un pago al secuestrador, sino el precio gastado en la operación de salvamento y la lucha con el enemigo. La segunda situación era cuando un padre se ofrecía a sí mismo como esclavo en lugar del hijo que había sido esclavizado. Esta práctica legal era también un ejemplo del precio por el rescate que involucraba la propia vida del individuo como pago, no al “esclavizador” , sino como sustituto de aquél que debía, por alguna razón, ser llevado como esclavo.

Jesús, no sólo tomó nuestro lugar en la esclavitud y secuestro, sino que pagó un alto precio para liberarnos. Este precio no fue otra cosa ¡que su propia vida!

· Hilasterion: Esta es una palabra que aparece en inscripciones griegas con el sentido de ofrenda propiciatoria dada a los dioses cuando éstos, por alguna razón, estaban airados con los hombres. De allí el nombre de Hilasterio, que viene de la misma raíz de la cual surgieron expresiones como gracioso, bondadoso, alegre. Los romanos cambiaron la expresión por hilaris, que dio origen a la palabra hilarante en castellano. Incluso había un dios con el nombre de Hilario, el dios de la alegría. Pero, claramente y como resalta la Lección, los autores del Nuevo Testamento muchas veces tomaron prestadas palabras del lenguaje griego, porque les daban un significado propio, de acuerdo con la teología bíblica, y no con la filosofía helénica. Es el caso de este término que, según el concepto del Nuevo Testamento, equivaldría a la antigua expresión hebrea kipper, que significa literalmente cubrir, perdonar. Para los hebreos, la imagen del perdón, kippur, era una imagen de Dios cubriendo la desnudez de nuestra transgresión. Por eso, el Día de la Expiación es llamado en hebreo Yom Kippur, y el pequeño sombrero que usan los judíos hoy es llamado kippar, o sea un recordativo constante de que están en la presencia perdonadora de Dios. La tapa del arca de los Diez Mandamientos era correctamente llamada propiciatorio, kipper, pues el perdón nos cubre con la justicia, sin encubrir la transgresión. Por eso, en el caso de Cristo, la propiciación por el pecado no involucraba sólo un consentimiento titular de ser perdonado, sino la muerte vicaria de un inocente en nuestro lugar, para que podamos cubrirnos con el manto de su justicia.

· Katallage: Esta era una antigua palabra que denotaba la restauración de las relaciones originales entre dos personas que las habían cortado por alguna razón. En el mundo griego, no se tiene noticias de su empleo en el ámbito religioso, pero en el Nuevo Testamento parece haberse hecho eso, aunque siempre con el sentido de reconciliació n.

En lo que respecta a la relación entre el hombre y Dios, es curioso notar que las expresiones parecen preferencialmente aparecer en modo pasivo “ser reconciliado” (aunque también existan casos en voz activa). El modo pasivo es profundo, pues denota que la reconciliació n, aunque demanda la igualdad de las partes después del ajuste de cuentas, no es sinónimo de equivalencia. Dios no es un Ser que está a nuestra altura o nivel como para que “hagamos las paces” con Él en pie de igualdad, como lo haríamos con un compañero de trabajo con el cual hemos discutido. Él es nuestro amigo pero, por encima de todo, es nuestro Señor, no nuestro colega. Además, la ofensa partió de nosotros, no de Él. Nosotros somos quienes necesitamos ser reconciliados con Él, pues hemos sido nosotros quien quebrantamos el pacto. No obstante, es Él quien da el primer paso.

El mundo griego tendía a considerar al ser humano como naturalmente bueno. Era el ambiente el que lo arruinaba. Pero, desde el punto de vista bíblico, y como consecuencia de la transgresión de Adán, somos moralmente malos y necesitamos de la reconciliació n, del rescate, de la redención, y nadie más que Dios puede proveer esta ansiada liberación.

Dr. Rodrigo P. Silva
Profesor de Teología
Seminario Adventista Latinoamericano de Teología
Univ. Adventista de San Pablo – Campus II

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