domingo, 29 de junio de 2008

leccion Nº1 - julio 2008.- escuela sabatica(estudio adicional)



Lección 1
5 de Julio de 2008


Para un tiempo como éste: El apóstol Pablo
Prof. Sikberto Renaldo Marks


Versículo para Memorizar: “Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere” (Romanos 15:17).


Introducción

Los hombres fuertes de la Biblia, con excepción de Jesús, como Noé, Elías, David, Abrahán, Salomón o Pablo, llamados para grandes momentos decisivos, fueron también hombres que cometieron errores. Pablo fue enviado a los gentiles (los no judíos), y él prácticamente abrió la predicación del evangelio más allá de Judea.

Antes de ser apóstol, cuando todavía era Saulo, combatió celosamente a los seguidores de Cristo. El no era exactamente un fanático, tal como hay muchos otros, pues era capaz de admitir su error si le era debidamente demostrado. Pero era un hombre radical, a punto tal de no tolerar a aquellos a quienes él consideró inconvenientes.

Esa es una clase de fanatismo que tiene cura. Arrestó a personas para ser llevadas ante tribunales. Se consideró una especia de guardián de las tradiciones judaicas. Creyendo que estaba siempre en lo correcto, realizaba su obra espiritual con esmero y determinación.

Después que cayó de su cabalgadura, derribado por Jesús, Aquél a quien él estaba combatiendo, en un momento cambió de bando. De combatiendo del lado equivocado, se convirtió en predicador del lado correcto. Ya no fue un combatiente, ni estuvo en el bando equivocado. Ahora trabajó para salvar.

Era el hombre justo para ser enviado a los gentiles. Entre los judíos cristianos no era muy conveniente que se quedara, pues había persecución, incluso él mismo había participado en la muerte de Esteban. Poseía la personalidad adecuada para ir a los gentiles: era valiente, osado y de temperamento colérico (personas muy determinadas a actuar y seguir adelante); enfrentaba las dificultades sin retroceder; siempre estaba convencido de lo que creía; era un gran líder, educado y gran orador. Además de todo eso, tenía doble nacionalidad: era judío y también romano. Estas características contribuyeron para que Dios utilizara a Pablo enviándolo como apóstol a los gentiles.


Los antecedentes de Pablo

¿Quién era Pablo?

Había nacido fuera de Judea, en la ciudad de Tarso, capital de Cilicia, actualmente Turquía. Esta era una ciudad perteneciente al Imperio Romano, por lo tanto había nacido como ciudadano romano. Y como era hijo de padres pertenecientes a la tribu de Benjamín, también recibió la ciudadanía judía.

Fue educado por el maestro de la Ley más famoso de la época, Gamaliel. Se convirtió en un fariseo convencido. Fariseo quiere decir “separado”. Constituían un grupo reformador que pretendía purificar la nación y defender la ortodoxia, esto es, cumplir la creencia al pie de la letra.

Con el tiempo los fariseos se convirtieron en legalistas y ritualistas, queriendo cumplir la ley hasta en los más mínimos detalles, que a su vez fueron inventados por ellos. Eran fuertemente apoyados por el pueblo. Además, a diferencia de los saduceos, que provenían de la aristocracia, los fariseos provenían del pueblo, de la porción más estudiosa y culta. Dominaban el Sanedrín, el principal tribunal religioso de los judíos hasta la destrucción de Jerusalén. A pesar de su autoridad y notoriedad, formaban un grupo minoritario.

Pablo era, de hecho, un fariseo. Extremadamente celoso en sus creencias judías y de la Torah. Entendía mucho del Antiguo Testamento. Pero le faltó apenas una cosa: entender a quién apuntaba esa porción de las Escrituras: a Jesús, a quien él tanto perseguía. Cuando se dio cuenta de su error, favorecido por las enseñanzas que había recibido, cambió su actitud y se convirtió –en vez de un enemigo– en un siervo de Dios.

Este Pablo nos aporta un gran ejemplo. Podemos equivocarnos por ser celosos como él, pero jamás debemos permanecer en el error después de darnos cuenta de la situación en la que estamos. Personas con esta capacidad son importantes para Dios; aquellas que, si descubren que se han equivocado, son humildes y aptos para los cambios necesarios. El celo puede ser reorientado, siempre que sea necesario. Hoy la iglesia necesita de esas personas. Porque nuevamente estamos enfrentando tiempos decisivos.


Pablo: Su conversión y llamamiento

Saulo, un hombre de profundo celo y sinceridad, con una doctrina correctamente basada, aunque orientada equivocadamente. Su estrategia consistió en aplicar el celo por medio de la fuerza. Y eso no es una estrategia basada en el amor. Jesús no convertía a las personas por la fuerza, sino por la atracción de la belleza de su mensaje. Su orientación también estaba equivocada, porque estaba dirigido hacia los que estaban en el camino correcto, conforme los libros que él había estudiado, en los cuales se había vuelto una persona culta y educada.

Hacia el fin de los tiempos, el fanatismo religioso hará las cosas de manera diferente. Habrá un celo fanático y radica, con una doctrina errada, basada en un conjunto de dogmas falsos, y dirigida a un blanco equivocado. ¿Podemos entender la relación? Los líderes de la falsa adoración lanzarán a los adoradores de la bestia en contra de los adoradores de Dios. ¿Cómo derribar a éstos de su caballo, tal como lo hizo Dios con Saulo? Difícil, ¡casi imposible! Derribar a Saulo fue fácil, él era sincero, aún en su error, y éste se basaba en apenas dos cosas, en la estrategia (cómo actuaba) y en su orientación (a quién combatía). Hoy, aquellos que combaten la verdad se equivocan sabiendo lo que están haciendo, son conscientes que están intentando llevar al mundo entero a la adoración a Satanás, lo saben.

Saulo, por iniciativa propia, pidió cartas de recomendación al sumo sacerdote para apresar a los que se habían apartado del Camino (aquellos que predicaban según el mandato de Jesús). Pero en el camino a arrestar a los que estaban en el Camino, Aquél a quien Saulo estaba combatiendo bajó a hablar con él. Le preguntó por qué lo perseguía. Y cuando Saulo le preguntó quién era, la voz dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.

Saulo conocía la doctrina, sólo le restaba hacer de ella el uso correcto. Al igual que Jesús, a quien estaba persiguiendo en las personas de sus seguidores, se convirtió en la “luz” de los gentiles, conforme Isaías 49:5, 6 había anunciado que Jesús sería “luz para los gentiles”, no sólo para “restaurar” a las tribus de Israel. Saulo entonces se convirtió en Pablo y, al igual que Jesús, se convirtió en la “luz” para los gentiles.

A través de Pablo, y de los demás predicadores que le siguieron hasta los días de hoy, los gentiles también se vuelven hijos e hijas de Abrahán, y hermanos de Cristo, habilitados para la vida eterna.


Pablo: Un hombre de pasiones semejantes

¿Cuáles fueron algunos elementos que conformaban los rasgos del carácter de Pablo?

Pablo y Bernabé tuvieron una discusión fuerte. Ninguno de los dos estaba dispuesto a cambiar su postura, y tuvieron que separarse. La discusión se había originado por causa de Marcos, un joven discípulo que en una oportunidad anterior había dejado solo a Pablo en una gira misionera. Pablo no había perdonado esta actitud de Marcos y no estuvo dispuesto a llevarlo nuevamente. Bernabé, sin embargo, quería brindarle otra oportunidad a Marcos (ver Hechos 13:13, 14; 15:37-39).

Por lo que parece, Pablo era duro para perdonar, y también era demasiado rígido y combativo en sus posturas. Estas cualidades, en verdad, no constituyen rasgos de carácter recomendables para un siervo de Dios. Eso evidencia que Pablo, un gran siervo de Dios, también tenía sus debilidades. El mismo las admitió, al decir que no hacía lo bueno que quería hacer, y lo que no debía hacer, cuando se daba cuenta, ya lo había hecho (Romanos 7:19-25).


Pablo era pecador y, en ciertos aspectos, caía en pecado porque era también bastante nervioso, del tipo colérico. Por eso, él mismo dijo que necesitaba cuidarse de que, al predicar a otros, él mismo no quedara en posición de ser descalificado (1 Corintios 9:27). Y para que no se ensoberbeciera, otra de sus flaquezas, tuvo que aprender a convivir con un “aguijón en la carne”, algo que no reveló exactamente qué es lo que era, pero cuya función era el de mantenerlo a salvo de la soberbia (2 Corintios 12:7).

Pero hay algo muy importante en la mentalidad de Pablo: él admitía sus errores. Era capaz de ser humilde. El dijo: “Miserable hombre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). Fue eso lo que lo salvó. Por haber desarrollado la humildad, Dios pudo transformarlo, manteniendo aquél aguijón en la carne y cambiando su forma de ser.

El perfil del carácter de Pablo, por lo que podemos descubrir prestando atención a la manera en cómo escribía, podemos definirlo como alguien firme en sus posturas, directo y fulminante en sus palabras, que iba directo al punto sin rodeos, también tenía una cierta tendencia a reglamentar la forma de conducirse como cristiano (tal vez reminiscencias de su pasado fariseo), por ejemplo, evidenciado en sus recomendaciones con respecto al matrimonio o en cuanto a la actitud de las mujeres en la iglesia, etc.; era convencido, resuelto y decidido; con una personalidad fuerte que se posicionaba ante los hechos con fuerza y determinación (como ocurrió con Pedro, cuando Pablo le llamó la atención en público acerca de la forma como éste se comportaba ante los gentiles y luego de modo distinto ante los judíos, como podemos ver en Gálatas 2:11-14).

Pablo no tenía miedo. Iba a cualquier lugar, viajó mucho, fue un verdadero misionero. Tenía capacidades para la oratoria, hacía discursos elocuentes, tal como les gustaba a los griegos. Así, atrajo a los griegos y a personas de otras nacionalidades. Llegó a hablar ante altas autoridades, tales como Galio y Félix. Sabía defenderse y, en muchas oportunidades, lo hizo por cuenta propia, de modo distinto a lo que Dios finalmente terminó dirigiendo las cosas (como cuando apeló ante Félix).

Fue apedreado, náufrago, perseguido, ridiculizado, etc., pero no desistió jamás. Cada vez se volvía más humilde, porque estaba en un franco proceso de transformació n. Y Dios le dijo que, así como había testificado en Jerusalén, debía testificar en Roma (Hechos 23:11). Por lo tanto, podemos ver que Dios estaba efectivamente conduciendo la vida de Pablo. Así será con nosotros en los últimos días; nada de lo que nos ocurrirá será en vano, sin un propósito definido. Si tenemos que ir presos, es porque así alguien podrá escuchar el mensaje de salvación.

Pablo tenía grandes defectos, pero era maleable. El poder de Dios pudo usarlo, y él fue transformado. Dios se valió de sus rasgos de carácter para hacer de él el gran apóstol a los gentiles.


Vida y salvación por medio de Cristo

¿Cuál es el centro de los escritos bíblicos? Jesús. Y, en Jesús, ¿cuáles aspectos más importantes? Su muerte, su resurrección y la salvación en su nombre, esto es, la Segunda Venida. La Biblia entera gira en torno a estos temas, y en Jesús, el personaje central y el Salvador de la humanidad.

Notemos: así como Adán y Eva cayeron y hubo necesidad de que el Creador los orientara cómo serían las cosas desde aquél momento en adelante. Tuvieron que salir del Edén porque tenían que quedar fuera del alcance del árbol de la vida, para que no cayeran nuevamente en otra desgracia, esto es, vivir por la eternidad en naturaleza de pecado. La muerte fue, así, una solución para los pecadores. Hay países que adoptan la pena de muerte para resolver ciertos problemas de ciudadanos inconvenientes para la sociedad. En el contexto del pecado, la muerte –por contradictorio que esto pueda parecer– es al mismo tiempo un problema y una solución.

Más adelante, en el tiempo de la peregrinación del pueblo de Dios hasta la Tierra Prometida, Moisés dio comienzo a los escritos bíblicos. Y en ellos encontramos muchas cosas escritas que, directa o indirectamente, apuntan al plan de salvación de la humanidad. Leyendo la Biblia con humildad, podemos encontrar ese plan y podemos optar por adherirnos libremente a él. En pocas palabras, ¿en qué consiste ese plan?

· La reconciliació n entre el Creador y la humanidad a través de la muerte de Jesús (Romanos 5:10).

· Liberación del pecado, a través del cambio de nuestra naturaleza y la santificación, volviéndonos siervos de justicia (Romanos 6:18).

· Reconducidos a ser nuevamente hijos de Dios (ya no hijos de los hombres, Romanos 8:15-17).

· Para que todo esto sea posible, Jesús se dio a sí mismo en rescate por muchos, o sea, de todos cuanto lo deseen (1 Timoteo 2:6).

· Resumiendo, somos rescatados por su sangre (1 Pedro 1:18, 19).

La predicación de Pablo era ésta: ¿Cómo podemos ser salvos por Jesús? Fue por muchos lugares llevando este mensaje. Llegó hasta nuestros días, y a nosotros nos compete culminarlo para que –en nuestros días– la promesa de la salvación, la Segunda Venida, sea una realidad.


Temas de esperanza

¿Cómo saber si estamos en el camino de la salvación? ¿Cómo saber si nos salvaremos? Estas preguntas son vitales. Y hay una respuesta para ellas.

Aprendimos que somos salvos para quedar libres del pecado. Y es lógico, pues ser salvo y continuar pecado es algo totalmente contradictorio. Es por eso que la salvación es un proceso que continúa por el resto de la vida de una persona. Es decir que la persona se vuelve cada día más separada del mundo, y cada vez más relacionada con las cosas de Dios. La salvación tiene mucho que ver, (en realidad, todo que ver) con la separación de este mundo y la relación con el cielo y el reino de Dios. Hay un creciente anhelo de acercarse a Dios.

La salvación, en sí misma –y tal como lo dice la Lección– no nos hace automáticamente obedientes a Dios. Esto quiere decir que, si una vez somos salvos, no siempre seremos salvos. No es así como opera el plan. ¿Qué es lo que sucede en la persona para que esté incluida en la salvación? Es aquí donde radica la importancia de la Lección respecto de este tema.

Al ser salvada, una persona comienza un período de cambios en su vida. Este proceso (aquí, significa una sucesión de experiencias en la vida de alguien) puede durar hasta el fin de la vida de una persona. Si una persona muere en el proceso, estará salva. En ese tiempo la persona sintió voluntad de cambiar, de abandonar las prácticas antiguas y adoptar una nueva actitud, superior, de acuerdo con la Ley de Dios. Esa persona quiere abandonar las cosas del mundo. Siente cada vez más rechazo por lo que le ofrece el mundo. Siente en su fuero interior que está siendo salvada.

¿Cómo sabemos que estamos en la senda de la salvación? Si continuamos en ella, ¿seremos salvos para vida eterna? Cuando amemos cada vez más a Jesús, y las cosas que Él prometió, las cosas de lo alto; cuando –debido al amor de nuestro Salvador– nos apartamos de aquello que nos podría separar de la vida eterna. Al ser salvados, sentimos amor por Jesús, quien murió por nosotros.

En eso consiste la Ley del Amor al ser implantada en nuestros corazones y mentes. Nosotros pasamos a amar a Dios y a nuestro prójimo. A Dios, por causa del amor, deseamos obedecerle, y esto es lo contrario de pecar. A nuestro prójimo, que también pasamos a amar, deseamos ayudarlo a salvarse. Y cuando en nuestra vida ésa es nuestra principal preocupación, entonces tenemos la seguridad de que estamos en la senda correcta para la vida eterna.

En rigor de verdad, es más fácil salvarse que perderse. Pero, la mayoría deseará perderse. Y eso porque preferirán alguna cosa de aquí, aún ínfima, en lugar de esperar para tener todo allí en el Cielo. Salvarse es una opción por la cual podemos vivir mejor aún estando aquí, porque nos son anticipadas algunas bendiciones. Optar por perderse es vivir una ilusión de sensaciones aparentemente agradables, pero sólo mientras es posible.


Aplicación del estudio

Saulo, después Pablo, es un modelo para el tiempo del fin. En estos últimos días habrá muchos perseguidores. Serán personas que no soportarán la verdad revelada por Dios. Pero entre esos perseguidores ciertamente habrá un número significativo de personas sinceras, que estarán combatiendo al pueblo de Dios sin saber realmente lo que están haciendo. Estas personas necesitan ser alcanzados por los discípulos actuales. Necesitan darse cuenta que están combatiendo justamente a la Persona que ellos piensan que están defendiendo.

Muchos cristianos piensan que están adorando a Jesús pero, en realidad, están siendo engañados por falsos maestros, y adoran al enemigo de Jesús. Adoran a santos, un día, o a una estrella que es el domingo, y lo hacen con la Biblia en la mano. Son tan celosos como lo fue Pablo en su tiempo. Y llevarán a muchos ante los tribunales para que sean silenciados. Necesitan conocer la verdad pura.
Del mismo modo que ocurrió con Saulo, estos sinceros defensores de la verdad, como creen que son, al darse cuenta de su error, se convertirán en poderosos defensores de la verdad pura, y a través de su influencia, le quitarán muchos adoradores a Satanás, quienes pensaban que estaban adorando a Cristo, pero que serán llevados a las filas del último pueblo de Dios. A nosotros nos toca ser instrumentos de Dios para alcanzar a esas personas. Vendrán junto a nosotros con su primer amor, en un tiempo en el que el primer amor será fortalecido por innumerables hechos y cumplimientos proféticos en gran escala, y por el fuerte derramamiento del poder del Espíritu Santo. Vendrán a unirse a aquellos que ya hace tiempo integran el pueblo de Dios y han permanecido en él luego del zarandeo. Este grupo, así conformado, concluirá la obra de Dios.

No hay comentarios: