lunes, 2 de junio de 2008

COMENTARIO AUXILKIAR LECCION Nª10-esb



Lección 10
(31 de Mayo al 7 de Junio de 2008)

El significado de su muerte

Denis Konrado Fehlauer


Al nacer, los seres humanos inician un recorrido sin retorno hacia la muerte. Aún cuando las señales del envejecimiento no sean visibles en los primeros años, esa es nuestra cruel realidad. Imagina que, instantes después del nacimiento de tu hijo o hija, el médico te dijera que a los treinta y algo de años ese/a niño/a moriría. Y si todavía no tienes hijos, haz un viaje imaginario hasta el tiempo en el que tenías doce años de edad e intenta vivir las emociones que significan el descubrir que vas a morir de manera cruel en un futuro no muy lejano.

María vivió la primera de estas experiencias. Jesús todavía era un bebé cuando Simeón le dio la noticia: “Y Simeón los bendijo. Luego dijo a su madre María: Este niño es puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, por señal de contradicción, y para que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones, mientras que a ti una espada traspasará tu alma” (Lucas 2:34, 35).

“María esperaba el reinado del Mesías en el trono de David, pero no veía el bautismo de sufrimiento por cuyo medio debía ganarlo. Simeón reveló el hecho de que el Mesías no iba a encontrar una senda expedita por el mundo. En las palabras dirigidas a María: ‘Una espada traspasará tu alma’, Dios, en su misericordia, dio a conocer a la madre de Jesús la angustia que por él ya había empezado a sufrir” [El Deseado de todas las gentes, pp. 38, 39].

Jesús, a su vez, cuando contaba con doce años de edad visitó Jerusalén y observó los servicios religiosos en ocasión de la fiesta de la Pascua. En ese momento, “Todo acto parecía ligado con su propia vida. Se despertaban nuevos impulsos en él. Silencioso y absorto, parecía estar estudiando un gran problema. El misterio de su misión se estaba revelando al Salvador” [El Deseado de todas las gentes, p. 58]. Todo el mundo sabe que algún día va a morir, pero Cristo descubrió las circunstancias en las que eso sucedería, así como el significado de este evento.

“Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). La expresión rescate está relacionada con la redención, que significaba pagar un precio para librar a alguien de algún mal. Los prisioneros de guerra podían ser soltados mediante el pago de un precio (lytron en griego). Los esclavos a menudo adquirían su libertad mediante el pago de cierta cantidad al tesoro del templo o a su amo. Entre los hebreos había una situación muy interesante: “Si un toro cornea y mata a un hombre o a una mujer, se matará al toro a pedradas y no se comerá su carne. En tal caso, no se hará responsable al dueño del toro. Si el toro tiene la costumbre de cornear, se le matará a pedradas si llega a matar a un hombre o a una mujer. Si su dueño sabía de la costumbre del toro, pero no lo mantuvo sujeto, también será condenado a muerte. Si a cambio de su vida se le exige algún pago, deberá pagarlo” (Éxodo 21:28-30, NVI). Según la opinión de algunos comentaristas, el rescate, o pago de un precio para redimir al dueño del buey era posible porque, más allá de su culpa, él no tuvo la intención de matar.

Es importante notar que en los casos enumerados en los que no fuera posible la redención (el pago de un precio para librar del mal), los prisioneros de guerra permanecían detenidos, las esclavitud continuaba y la sentencia de muerte era llevada a cabo. Así, si Jesús no muriera, nosotros continuaríamos esclavos del pecado. “Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy de carne, vendido al poder del pecado” (Romanos 7:14). Estamos sentenciados a muerte porque ésta es la consecuencia del pecado: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23). La sangre de Cristo es el precio de nuestra redención (Efesios 1:7); es decir, Dios nos liberó del pecado con el costo de su propia entrega.

Pero hay un detalle más. Si tú ya te has sentido culpable alguna vez, debes saber cuán incómodo es. Y Jesús asumió la culpa de todos los hombres en todas las épocas y de todos los lugares. Fue una parte del precio que pagó por nuestra redención. No fue sin motivo que Él llegó a transpirar sangre en el Huerto del Getsemaní. Eso quiere decir que nosotros podemos relacionarnos con Dios libremente, sin culpa o miedo.

Luego del pecado, la primera cosa que los seres humanos hemos perdido es la armonía. Las desavenencias surgieron apenas unos instantes después del consumar el placer prohibido. Cuando Dios les pidió explicaciones sobre el acto de comer el fruto, Adán señaló a Eva como responsable por ofrecerle el fruto. La amistad con Dios también quedó comprometida. Elementos nuevos como el miedo, la desconfianza y la infidelidad comenzaron a estar presentes. Únicamente a través de la mediación (propiciación) de Cristo, las cosas volverían a la normalidad. Su sacrificio, el precio pagado por nuestra reconciliació n con Dios, nos dio una nueva oportunidad de ver el rostro del Creador.

Es en este proceso que podemos percibir la justicia y el amor de Dios. El es Justo porque el precio exigido por el acto pecaminoso fue pagado (la muerte). El es plenamente amoroso porque no nos cobra nada de ello. Pagó la cuenta con su propia sangre. Y ante estas cosas es que el Universo entero decidirá nunca más experimentar el pecado. La cruz ha dolido demasiado y conmovió a los salvados.

De repente, comprendemos. El nació para morir, mientras que nosotros debemos morir al mundo para vivir.
Denis Konrado Fehlauer
Pastoral Universitaria
Universidad Adv. de San Pablo

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