lunes, 14 de julio de 2008

leccion n3- escuela sabtica- notas E.G.WHITE


Lección 3
12 al 19 de Julio de 2008

Juan el Bautista:
Prepara el camino para Jesús


Sábado 12 de julio

Es nuestra responsabilidad estudiar en profundidad la vida de Juan el Bautista porque cada aspecto de su vida y obra es digno de examinarse. De él Cristo declaró: "De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista". El Espíritu de Dios lo guió al desierto, lejos de las contaminantes influencias de las ciudades, para obtener la instrucción y educación que Dios podía darle, en lugar de depender de los escribas. Cuanto menos estuviera en contacto con los rabinos, con sus enseñanzas, ideas y tradiciones, estaría en mejores condiciones para que Dios impresionara su mente con el puro molde de la verdad que debía dar al pueblo para preparar el camino del Señor. Las enseñanzas de los escribas y fariseos eran de tal carácter que alejaban a la gente de la verdad que habría de ser presentada por el Gran Maestro cuando comenzara a cumplir su misión. La única esperanza de ellos era abrir sus corazones y mentes a la luz que enviaba el cielo a través de su profeta, el precursor de Cristo.

Ésta es una lección para nosotros. Aquellos que dicen conocer la verdad y comprender la gran obra para este tiempo, deben consagrarse a Dios en espíritu, alma y cuerpo. En su corazón, su vestimenta, su lenguaje, en todo, deben separarse de las modas y las prácticas del mundo. Y no es la vestimenta lo que los hará peculiares, sino que al ser un pueblo santo y peculiar no intentarán asemejarse al mundo.

Como pueblo debemos preparar el camino del Señor. Cada habilidad que Dios nos ha dado debe ser usada para que muchos puedan aceptar la modalidad divina y el modelo espiritual que Dios ofrece. De esa manera podrán enfrentar el gran día de Dios. Éstas son las preguntas más serias que deben hacerse aquellos que aman al mundo: ¿Qué significa la eternidad para mí? ¿Cómo estaré frente al juicio investigador? ¿Cuál será mi destino y mi suerte? (Fundamentals of Christian Education, pp. 310, 311).


Domingo 13 de julio
Un llamamiento especial

Un ángel celestial acudió a instruir a Zacarías y Elizabeth acerca de la manera como deberían educar a su hijo, a fin de trabajar en armonía con Dios en la preparación de un mensajero que anunciara el advenimiento de Cristo. Como padres debían colaborar fielmente con Dios en formar e n Juan un carácter que lo capacitara para realizar la parte que Dios le había asignado como obrero competente.

Juan les había nacido a una edad avanzada, era hijo de un milagro, y los padres pudieron pensar que tenía una tarea especial que realizar para el Señor y que el Señor lo cuidaría. Pero los padres no razonaron en esa forma; se retiraron a un lugar alejado, donde su hijo no estuviera expuesto a las tentaciones de la vida ciudadana, o fuera inducido a alejarse del consejo y la instrucción que ellos como padres le darían. Cumplieron su parte en desarrollar en el niño un carácter que en todo sentido satisfaría el propósito para el cual Dios lo había traído a la existencia.. . Cumplieron sagradamente su obligación (Conducción del niño, pp. 22, 23).

Juan no se sentía suficientemente fuerte para soportar la gran presión de la tentación que encontrarían en la sociedad. Temía que su carácter fuera modelado de acuerdo con las costumbres que prevalecían entre los judíos, y escogió el desierto como su escuela, en la cual su mente podía ser debidamente educada y disciplinada por el gran libro de Dios: la naturaleza. En el desierto, Juan podía negarse a sí mismo más fácilmente, dominar su apetito y vestirse de acuerdo con la sencillez natural. Y en el desierto no había nada que desviara su mente de la meditación y la oración. Satanás tenía acceso a Juan, aun después de que éste cerró todos los caminos que dependían de él y por los cuales Satanás pudiera entrar. Pero sus hábitos de vida eran tan puros y naturales que podía discernir al enemigo, y tenía fortaleza de espíritu y decisión de carácter para resistirlo.

El libro de la naturaleza estaba abierto ante Juan con su inagotable caudal de variadas instrucciones. Él buscaba el favor de Dios, y el Espíritu Santo descansaba sobre él, y encendió en su corazón un ardiente celo de hacer la gran obra de llamar a la gente al arrepentimiento y a una vida más elevada y más santa. Juan se estaba capacitando mediante las privaciones y olas dificultades para disciplinar de tal manera todas sus facultades físicas y mentales, que pudiera sostenerse entre las gentes tan inconmovible frente a las circunstancias como las rocas y montañas del desierto que lo habían rodeado durante treinta años (Comentario bíblico adventista, tomo 5, p. 1090).

Juan el Bautista durante su vida en el desierto aprendió de Dios. Estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la dirección del Espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas. De día y noche estudiaba a Cristo; él era su meditación; hasta que su mente, su corazón y su alma estaban llenos de la gloriosa visión.

Contemplaba al Rey en su hermosura, y perdía de vista al yo. Consideraba la majestad de la santidad, y reconocía su incapacidad e indignidad. Debía anunciar el mensaje de Dios. Debía permanecer de pie con el poder y la justicia de Dios. Estaba listo para salir como mensajero del cielo, impávido frente a los hombres, porque había contemplado al Divino. Podía comparecer sin temor frente a los monarcas terrenales, porque se había inclinado tembloroso ante el Rey de reyes (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 114).


Lunes 14 de julio
Preparando al preparador

Por separarse de la sociedad, Juan no se tornó hosco y malhumorado, ni sentía resentimiento por llevar una vida dura y llena de privaciones. Había sido su propia elección alejarse de los lujos de la vida y de una sociedad depravada. El orgullo, la envidia, los celos y las pasiones corruptas parecían controlar los corazones de la gente; por eso Juan se había separado de su influencia y estaba en condiciones de discernir claramente los diversos caracteres. Se estableció en una región solitaria y tranquila y ocasionalmente se mezclaba con la sociedad, pero no permanecía demasiado tiempo en esa atmósfera que parecía corrompida. Temía que lo que sus ojos pudieran ver y sus oídos escuchar pervirtieran su mente de tal manera que perdiera de vista la pecaminosidad del pecado. Le esperaba una gran obra y era necesario que su carácter no fuera afectado por lo que le rodeaba. Su condición física, mental y moral debía ser tan elevada que pudiera mantener su integridad y firmeza al encontrarse con los seres humanos para iluminarlos, darles una nueva dirección a sus pensamientos, y despertar en ellos la necesidad de formar caracteres correctos, a fin de alcanzar el nivel de perfección que Dios desea. Juan estudiaba las diversas características de las mentes de sus oyentes y adaptaba sus instrucciones para alcanzar a todos (Review and Herald, 7 de enero, 1873).

Juan no era indolente. Se había recluido del mundo solamente para asegurarse de obtener la educación que brinda la palabra de Dios y el libro de la naturaleza. Las montañas y colinas eternas, los arroyos de corrientes permanentes, eran sus compañeros que lo ponían en contacto y en comunión con Dios. Todo lo que rodeaba su hogar montañés era un libro de instrucciones que contenía lecciones de profunda importancia para la formación del carácter y para comprender mejor la benevolencia y el amor divinos. Juan tenía una obra especial que hacer para Dios: debía enfrentar los pecados y las locuras de la gente. A fin de estar preparado debía orar, meditar y buscar el conocimiento celestial para entender las profecías y la voluntad de Dios. Alejándose del mundo cuyas locuras y placeres pueden desviar la mente y pervertir los pensamientos y la imaginación, se retiró para estar solamente con Dios y la naturaleza. De esa manera, al no estar rodeado de la impiedad, no se cegaría su entendimiento ni su espíritu se familiarizarí a con la maldad. En su quieto retiro del desierto se hizo fuerte en espíritu y sus estrictos hábitos de temperancia le dieron salud física, mental y moral. Su discernimiento era claro y su juicio correcto.

La vida dura y las privaciones a las que Juan se acostumbró en el desierto lo prepararon para mantenerse firme e inamovi9ble ante cualquier circunstancia, como las montañas que lo habían rodeado en el desierto por treinta años. La obra que debía hacer le requería formar un carácter que no se separara de los correcto y del deber por más malas que fueran las influencias que lo rodeasen. Su obra era la de un reformador; y su vida abstemia y su vestimenta simple habrían de ser un reproche para los hábitos intemperantes y las pecaminosas extravagancias que prevalecían entre la gente. La indulgencia del apetito, especialmente en el uso del vino, perjudicaba la salud y debilitaban el intelecto de tal manera que no se consideraba el pecado como tan ofensivo para Dios. Se requería firmeza e integridad para enfrentarse a la oposición de aquellos cuyos corazones estaban entregados a los placeres y la gratificación del apetito. Se requería fortaleza para reprobar lo malo y vindicar lo correcto. Se necesitaba una capacidad especial para entender las mentes y mover los corazones.

Juan fue un ejemplo para los jóvenes de estos últimos días a quienes se les había confiado importantes y solemnes verdades. Dios espera que sean temperantes en todas las cosas; que sean capaces de negarse a la indulgencia del apetito; que puedan mantener sus pasiones bajo el control de la razón; que tengan fortaleza mental y claridad de discernimiento para distinguir entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y el error. Y Dios los capacitará para ser útiles y cumplir esa gran obra en la viña del Señor (The Youth's Instructor, 7 de enero, 1897).


Martes 15 de julio
El espíritu de Elías

Juan el Bautista salió con el espíritu y el poder de Elías, para preparar el camino del Señor, y para hacer volver el pueblo a la sabiduría de los justos. Él fue un representante de los que viven en estos últimos días, a quienes Dios ha confiado verdades sagradas para presentar delante del pueblo con el propósito de preparar el camino para la segunda aparición de Cristo.

Los que deben preparar el camino para la segunda venida de Cristo están representados por el fiel Elías, así como Juan vino en el espíritu de Elías a fin de preparar el camino para su primera venida. El gran tema de la reforma debe ser puesto sobre el tapete, y la mente del público debe ser sacudida. La temperancia en todas las cosas debe estar relacionada con el mensaje, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría, su glotonería y su extravagancia en el vestir y en otras cosas.

Debe presentarse a la gente la abnegación, la humildad y la temperancia que se requiere de los justos, a quienes Dios guía y bendice especialmente, en contraste con los hábitos extravagantes y destructores de la salud de los que viven en esta época degenerada. Dios ha mostrado que la reforma sanitaria está tan íntimamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. No puede encontrarse en ninguna otra cosa una causa tan grande de degeneración física y moral como en el descuido de este importante asunto. Son culpables ante Dios los que satisfacen sus apetitos y pasiones, y cierran los ojos a la luz por temor de percibir complacencias pecaminosas que no están dispuestos a abandonar.

La Providencia ha estado dirigiendo al pueblo de Dios para que se aparte de las costumbres extravagantes del mundo, de la satisfacción de apetitos y pasiones, a fin de ocupar su lugar en la plataforma de la abnegación y la temperancia en todas las cosas. El pueblo que Dios guía debe ser peculiar. No debe ser semejante al mundo. Pero si sigue la dirección de Dios, cumplirá sus propósitos, y someterá su voluntad de Dios. Cristo morará en el corazón. El templo de Dios será santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es templo del Espíritu Santo (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 116).

En esta época precisamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo, Dios necesita hombres que preparen un pueblo para que esté en pie en el gran día del Señor. En estos últimos días se debe efectuar una obra igual a la que hizo Juan. Mediante los agentes que el Señor ha elegido, él está dando mensajes a su pueblo, y quiere que todos presten atención a las admoniciones y amonestaciones que envía. El mensaje que precedió al ministerio público de Cristo fue: Arrepentíos, publicanos y pecadores; arrepentíos, fariseos y saduceos, "porque el reino de los cielos se ha acercado". Nuestro mensaje no es de paz y seguridad. En nuestra condición de pueblo que cree en la pronta aparición de Cristo, tenemos un mensaje definido para dar: "Prepárate para encontrarte con tu Dios".

Nuestro mensaje debe ser tan directo como fue el de Juan. Él reprendió a reyes por su iniquidad. A pesar de que ponía en peligro su vida, nunca permitió que languideciera la verdad en sus labios. Nuestra obra en esta época debe ser hecha con igual fidelidad...

En este tiempo de apostasía casi universal, Dios exige que sus mensajeros proclamen su ley con el espíritu y el poder de Elías. Así como Juan el Bautista, al preparar un pueblo para el primera advenimiento de Cristo, con el mismo fervor que caracterizó a Elías el profeta y a Juan el Bautista (Comentario bíblico adventista, tomo 4, pp. 1205, 1206).


Miércoles 16 de julio
Conducta transformada

Toda la nación judía pareció despertarse por el mensaje de Juan. Las amenazas divinas repetidas por el profeta alarmaron por un tiempo a todos. Juan sabía que ellos, por ser la simiente de Abrahán, se sentían seguros de contar con el favor de Dios aunque sus acciones no lo agradaran. En muchos aspectos su conducta era peor que la de las naciones paganas con quienes se comparaban y se sentían tan superiores. El profeta les declaró abiertamente que Dios era capaz de llamar a otros para que ocuparan su lugar y fueran más dignos de ser llamados hijos de Abrahán. Dios no dependía de ellos para cumplir su propósito; podía utilizar otros medios y formas de cumplir su obra con quienes estuvieran dispuestos a hacerla con pureza y rectitud.

Juan agregó: "Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego". Los impresionó con el hecho de que el valor depende de sus frutos. Aunque un árbol tenga un nombre muy exaltado, si no produce fruto, o si su fruto no es digno, su nombre famoso no salvará al árbol de la destrucción. "¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?".

El Espíritu Santo reveló al profeta de Dios que muchos de los fariseos y saduceos que pedían el bautismo no tenían verdadera convicción de sus pecados. Se acercaban por motivos egoístas pensando que si se hacían amigos del profeta tenía mejores posibilidades de ser favorecidos por el Príncipe que se acercaba. En su ceguera pensaban que él establecería un reino temporal y que brindaría honores y riquezas a sus súbditos.

Juan reprobó su orgullo y avaricia y condenó su hipocresía e incredulidad. Les declaró que al no cumplir las condiciones del pacto no podrían recibir las promesas que Dios había hecho a quienes fueran fieles y obedientes. Su orgullosa aseveración de ser la simiente de Abrahán no los transformaba directamente en hijos del patriarca. Su orgullo, arrogancia, celos, egoísmo y crueldad, los hacía más bien hijos de una generación de víboras en lugar de ser hijos del justo y obediente Abrahán. Sus malas obras los descalificaban para recibir las promesas hechas al patriarca, y Dios podía levantar otros hijos a Abrahán de las mismas piedras que los rodeaban para cumplir sus propósitos sin depender de ellos. Si eran realmente la simiente de Abrahán debían hacer las obras de su padre; debían mostrar su fe, su amor y su obediencia. En cambio su ambición egoísta y su malvada incredulidad mostraban que no tenían derecho a reclamar a Abrahán como su padre. No estaban dando el mismo fruto y "todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego". Mientras profesaban cumplir los mandamientos, sus obras negaban su fe; y a menos que mostraran verdadero arrepentimiento por sus pecados, no tendrían parte en el reino de Cristo. La justicia, la benevolencia, la misericordia y el amor de Dios, caracterizan a quienes forman el pueblo que guarda los mandamientos. Si esos frutos no aparecen en la vida diaria, por más profesión de fe que se haga, ésta no tiene más valor que la paja que está preparada para el fuego de destrucción (Review and Herald, 14 de enero, 1873).


Jueves 17 de julio
Una lección vital de Juan

El Señor vio que Israel, que había sido altamente favorecido al entregársele los oráculos divinos, estaba malinterpretando las Escrituras para adaptarlas a su condición apóstata. Sus enseñanzas no presentaban más la Palabra de Dios sino las tradiciones humanas. Dejaban sin efecto los mandamientos de Dios para guardar su tradición y de esa manera dejaban de lado el nivel elevado y sagrado que la Palabra requería y se conformaban con un pobre ideal humano. La obra de Cristo era desenmascarar esas falsas teorías y revelar en su propia vida el carácter divino para elevar a las almas que perecían en la ignorancia y llevarlas a la atmósfera de la verdadera santidad, piedad y pureza (Signs of the Times, 10 de enero, 1900).

El Redentor del mundo advirtió a sus discípulos contra las falsas enseñanzas que habían sido y habrían de ser el más grande obstáculo para el progreso de la verdad: "Se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes" (Mateo 24:24, 26). Y Pedro escribe: "Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismo destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado" (2 Pedro 2:1, 2). La falsa doctrina, como una levadura, sería aceptada en lugar de la verdad. "Mirad que nadie os engañe -advirtió Pablo- por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo" (Colosenses 2:6-8).

¿Bajo qué bandera estamos alistados? ¿De qué lado estamos? ¿Qué es Cristo para nosotros? Por nuestras acciones decidimos nuestro destino. Por las asociaciones que elegimos determinamos que influencias modelarán nuestro carácter. Si elegimos el mundo, las influencias terrenas se imprimirán en nuestra mente y aunque no nos demos cuenta estarán hundiéndonos más y más, y en lugar de crecer en la gracia nos estaremos deteriorando espiritualmente.

Seguir nuestros propios caminos o los caminos de Dios hace toda la diferencia para nuestro bienestar futuro y eterno. ¿Acaso hay muchas sendas que nos conducen hacia el cielo? Si así fuera cada uno podría elegir la que más le convenga. Pero hay sólo un camino: "Yo soy el camino –dijo Jesús– y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6) (Review and Herald, 16 de marzo, 1897).

Viernes 18 de julio
Para estudiar y meditar
El Deseado de todas las gentes, pp. 72-83.

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