lunes, 14 de julio de 2008

leccion adultos- nº3 escuela sabatica


Lección 3

Para el 19 de Julio de 2008

Juan el Bautista:
Prepara el camino para Jesús



¯ Sábado 12 de julio
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 14:1-12; Lucas 1; Colosenses 2:8; Apocalipsis 14:6-12.
PARA MEMORIZAR:
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (Mateo 11:11).
PENSAMIENTO CLAVE: Juan el Bautista tuvo un llamamiento es­pecial de Dios; nosotros, como iglesia, hemos sido llamados de una manera similar. ¿Qué podemos aprender del ejemplo de Juan?
Los seguidores de la antigua religión mandea veneran a Juan el Bau­tista como el último profeta y el mayor de ellos. Hoy todavía existen creyentes mandeos, mayormente en Irak e Irán. La gran ironía es que, aunque veneran a Juan, creen que Jesús fue un falso profeta, lo cual es difícil de entender ya que todo el propósito del mensaje de Juan era preparar el camino para Jesús.
Desde su base cerca del río Jordán, Juan predicó un mensaje de arrepentimiento, perdón y justicia social, todo con el objeto de prepa­rar a la gente para la venida del Mesías. Grandes multitudes se reunían para escucharlo hablar; y muchos siguieron sus enseñanzas. De hecho, varios de los discípulos de Jesús fueron primero discípulos de Juan el Bautista.
Esta semana descubriremos más acerca de la misión de un hombre a quien Jesús alabó más que a cualquier otro; además, consideraremos los paralelos entre el llamamiento de Juan y el nuestro.
¯ Domingo 13 de julio
UN LLAMAMIENTO ESPECIAL

Juan es un miembro de un pequeño grupo de personas de quienes la Biblia dice que Dios eligió antes de su nacimiento para una misión especial, personas como Samuel, Sansón y aun Jesús mismo. Centena­res de años antes, el profeta Isaías predijo el ministerio de Juan como de alguien que sería una “voz que clama en el desierto” (Isaías 40:3-5; ver también Lucas 3:4-6). El padre de Juan, Zacarías, también predijo que su hijo prepararía el camino para el Señor (Lucas 1:76).

Lee Lucas 1, donde se profetiza la misión y el llamamiento de Juan el Bautista. Toma nota de las cosas que se dice que realizaría Juan. Compara esas profecías con lo que sabemos acerca de Juan el Bautista. ¿De qué manera se cumplieron?
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Después de considerar las realizaciones de Juan, observa su fin triste (Mateo 14:1-12). ¿Cómo es que ese fin concuerda con todas las cosas gloriosas predichas acerca de él?
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El llamamiento y el ministerio de Juan el Bautista lo llevaron por un sendero duro y difícil, que terminó en forma casi tan terrible como la de su primo, Jesús. A pesar de las pruebas, los sufrimientos, y aun­que fue mal comprendido, permaneció fiel, cumpliendo las profecías hechas acerca de su vida. Juan es un ejemplo del sufrimiento que cual­quiera de nosotros podría enfrentar si procuramos permanecer fieles a Dios y al llamamiento que Dios tiene para nosotros.
Según las normas más comunes, la vida de Juan el Bautista, y es­pecíficamente su muerte, no lo llevaron a lo que el mundo llama éxito. ¿Qué nos debería decir esto acerca de la diferencia entre los ideales de Dios y los del mundo? Tus normas para el éxito ¿se parecen más a las de Dios o a las del mundo, y qué indica acerca de ti mismo tu respues­ta a esta pregunta?
¯ Lunes 14 de julio
PREPARANDO AL PREPARADOR

Dios hizo muchas predicciones acerca de la vida de Juan el Bau­tista, diciendo aun antes de su nacimiento lo que él podría realizar en su vida. Esto plantea una pregunta difícil: ¿Fue Juan predestinado para hacer estas cosas sencillamente porque Dios predijo que las haría? En otras palabras, ¿pudo elegir Juan hacer cosas diferentes de las que Dios había predicho? Aunque el tema del preconocimiento de Dios y nuestra libertad para elegir ha desafiado a los teólogos y los filósofos durante siglos (y por eso no podemos responder a esa pregunta ahora mismo), podemos estar seguros de una cosa: Juan necesitaba una pre­paración especial para la obra que había de realizar.

Lee Lucas 1:80. ¿Qué hay en este texto que nos ayuda a com­prender algo de la preparación que necesitaba Juan? ¿Qué principios podemos obtener aquí que nos pueden ayudar a fortalecer nuestra propia vida espiritual?
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Lucas 1:15 dice que Juan sería lleno del Espíritu Santo “aun desde el vientre de su madre”. Y, no obstante, aun con esa promesa especial, necesitaba la clase de preparación que se encuentra en la vida severa del desierto. A menudo, en la Biblia, el desierto es descrito como un lugar para la disciplina y el crecimiento espirituales. Allí fue donde “vino palabra de Dios a Juan” (Lucas 3:2). Ciertamente, Juan llegó a ser un hombre de oración y más tarde enseñó a sus discípulos a orar (Lucas 11:1) y a ayunar (Marcos 2:18). Él conocía la importancia de una conexión espiritual con el Cielo.
El poder espiritual que Juan recibió de Dios le permitió proclamar su mensaje con gran poder. Fue una voz que clamaba en el desierto o, literalmente en griego, “bramando como un buey”.
Como más tarde Jesús sugirió, nadie fue a ver a Juan porque era un tipo débil, “una caña sacudida por el viento” (Mateo 11:7). Por el contrario, fueron a escuchar a un hombre que hablaba la verdad con poder y convicción.

Considera en forma honesta tu propia vida espiritual. ¿Cuán a menudo oras? ¿Con cuánta frecuencia estudias la Palabra? ¿Cuán su­mergido estás en el mundo y las cosas mundanas? ¿Qué cambios necesitas hacer? ¿Necesitarías pasar algún tiempo en algún desierto por allí?

¯ Martes 15 de julio
EL ESPÍRITU DE ELÍAS

El ángel que le apareció a Zacarías aludió a la profecía de Mala­quías y la aplicó directamente a Juan (Lucas 1:17). Jesús mismo lo con­firmó: “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mateo 11:14; ver también 17:11-13).
Elías se destaca entre los grandes profetas del Antiguo Testamento. Él llamó al rey Acab y al pueblo de Israel, sumidos en la idolatría y la apostasía, a regresar a Dios y reformar sus caminos. La prueba en el Monte Carmelo, donde estuvo de parte de Dios en contra de los profe­tas paganos, es uno de los momentos decisivos en toda la Biblia.
El “mensaje de Elías” es una frase de profundo significado para los adventistas del séptimo día. Elena de White pone en paralelo las tareas de Elías, de Juan el Bautista y del pueblo de Dios de los tiempos del fin. Ella describe el “mensaje de Elías” sencillamente como “Prepárate para encontrarte con tu Dios”. –“Comentarios de Elena G. de White” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 4, p. 1206).

Elías
Juan el Bautista
El pueblo de Dios del fin
Llamado a reformar a Israel y llamarlo a la obediencia a las leyes de Dios. Entregó un mensaje de juicio al rey Acab y dio una oportunidad de arrepentimiento a Israel.
Predicó el arrepentimiento y los principios del Reino de los cielos. Entregó un mensaje de juicio a los líderes religiosos y al pueblo. Preparó al pueblo para la primera venida de Jesús.
Reformadores que predican la justificación por la fe, llaman a la gente a adorar a Dios, a arrepentirse y a obedecer sus mandamientos. El mensaje: “La hora de su juicio ha llegado (Apocalipsis 14:7). Preparan al pueblo para la segunda venida de Cristo.

El apóstol Juan escribió acerca de los tres ángeles que tenían men­sajes especiales para proclamar al mundo (Apocalipsis 14:6-12) al fin del tiempo. Estos mensajes incluyen un llamado a la adoración a Dios (porque su Juicio ha llegado) y a permanecer fieles a Jesús. El evange­lio es central en este mensaje de advertencia. Elena de White escribió: “Varias personas me escribieron, preguntando si el mensaje de la jus­tificación por la fe es el mensaje del tercer ángel, y he contestado: Es realmente el mensaje del tercer ángel”. –Review & Herald, 1º de abril de 1890.

Lee Apocalipsis 14:6 al 12, los mensajes de los tres ángeles. ¿Dónde ves advertencias mezcladas con esperanza? ¿En qué sentido el mensaje de Juan es tanto de advertencia como de esperanza? ¿Cómo podemos usar advertencias para señalar a la gente la esperanza?

¯ Miércoles 16 de julio
CONDUCTA TRANSFORMADA

El mensaje de Juan el Bautista tenía dos partes clave: el arrepen­timiento y la conducta. Ambos estaban claramente conectados. La palabra griega que usó Juan para arrepentimiento (metanoéo) es una palabra compuesta: metá, que significa cambio, y noéo, que significa pensar. De este modo, el arrepentimiento significa cambiar la manera de pensar sobre algo.
Cuando Juan dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2), le estaba diciendo a la gente que el Reino de los cielos venidero requería una visión completamente nueva. En otras palabras, al preparar a la gente para la llegada de Jesús, al preparar el camino para el Señor y al enderezar las sendas para él (versículo 3), Juan estaba desafiando a la gente a cambiar su visión del mundo y su mane­ra de vivir.

Lee Lucas 3:10 al 15. ¿Cuál es la esencia del mensaje de Juan aquí? ¿Qué le está diciendo a la gente? Ver también Santiago 2:14 al 26.
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Un aspecto clave del arrepentimiento es la confesión del pecado (Mateo 3:6). El otro aspecto clave es cambiar de conducta, de acuerdo con los principios del Reino de los cielos (versículo 8). Nada menos que eso podía prepararlos para la venida de Jesús, quien traería un tiempo de refrigerio tal como nunca habían visto.
El bautismo estaba estrechamente asociado con el arrepentimien­to. De hecho, Lucas dice que Juan predicaba “el bautismo del arrepen­timiento” (Lucas 3:3). Ser lavados en el agua simbolizaba el cambio de visión de la vida, un nuevo comienzo y el perdón de los pecados.
Aunque las palabras fuertes de Juan ofendieron a algunas perso­nas, la Biblia indica que venían a escucharlo grandes multitudes. “Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán” (Mateo 3:5) Pero no solo venían y escuchaban; confesaban sus pecados y eran bautizados (versículo 6).

Muy bien, tú crees en Dios, crees en Jesús, crees que él murió por tus pecados y que tienes salvación sólo por medio de su justicia acreditada a ti, únicamente por fe. La pregunta es: ¿Cuán bien estás siguiendo los principios de la justificación como los expresó Juan el Bautista? ¿Cuán bien revela tu vida la fe que profesas tener?

¯ Jueves 17 de julio
UNA LECCIÓN VITAL DE JUAN

Lee Colosenses 2:8. ¿Qué te está indicando, en tu propia cultura y tradición? ¿De qué tienes que tener cuidado?
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La Biblia tiene mucho que decir acerca de la tradición, y poco que sea bueno. En una ocasión, los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús por qué sus discípulos transgredían la tradición de los ancianos al no lavarse las manos antes de comer (Mateo 15:2). Esta tradición estaba basada en reglas y reglamentos.

Lee Mateo 15:3 y Marcos 7:13. ¿Qué aspectos específicos men­cionó Jesús que llegan al centro de por qué la tradición puede des­truir la fe?
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Una parte esencial de la misión de Juan el Bautista era hablar en contra de la tradición, y señalar a la gente que debía regresar a la Pa­labra revelada de Dios. Elena de White escribió: “¿Qué hizo grande a Juan el Bautista? Negó su atención al cúmulo de las tradiciones pre­sentadas por los maestros de la nación judaica y la dirigió a la sabiduría que viene de lo Alto” (Conflicto y valor, p. 276).
Juan el Bautista no estaba atado por la tradición o por las formas aceptadas del lenguaje. Él hablaba contra el pecado en todas sus for­mas, desde el adulterio hasta la injusticia social. Dondequiera que el mensaje de Dios se da en una forma clara y sin ambigüedades, la gente reacciona de modo diferente. Algunas personas respondieron a Juan el Bautista acusándolo de ser endemoniado (Mateo 11:18). Por supuesto, exactamente lo mismo pasó con Jesús (Juan 7:20).

La tradición ¿es siempre mala? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Cómo podemos, en cualquier cultura en que estemos, retener aspectos de esa cultura mientras seguimos siendo fieles al Señor?

¯ Viernes 18 de julio
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee, en El Deseado de todas las gen­tes, el capítulo “La voz que clamaba en el desierto”, pp. 72-83.
“Dios había indicado a Juan el Bautista que morase en el desierto, a fin de mantenerlo escudado contra la influencia de los sacerdotes y los rabinos, y prepararlo para una misión especial. Pero la austeridad y el aislamiento de su vida no era un ejemplo para la gente. Juan mismo no había indicado a sus oyentes que abandonasen sus deberes anterio­res. Los instaba a dar evidencia de su arrepentimiento siendo fieles a Dios en el lugar donde los había llamado” (El Deseado de todas las gentes, pp. 124, 125).
“En este tiempo, justamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes de los cielos, se ha de hacer una obra como la de Juan el Bautista. Dios llama a hombres que preparen un pueblo para que subsista en el gran día del Señor. El mensaje que precedió al ministerio público de Cristo fue: Arrepentíos, publicanos y pecadores; arrepen­tíos, fariseos y saduceos; ‘arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado’. En nuestro carácter de pueblo que cree en la inminente ve­nida de Cristo, tenemos un mensaje que dar: ‘Aparéjate para venir al encuentro de tu Dios’ [Amós 4:12]” (Obreros evangélicos, p. 56).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. ¿Qué peligros existen en seguir la tradición? ¿Hay alguna ma­nera en que la tradición puede ayudar a tu vida espiritual? Si es así, ¿de qué modo? Como clase, conversen acerca de las tradiciones en la propia cultura de ustedes. ¿Cuáles son útiles para la fe y cuáles son contrarias a ella? ¿Cómo pueden conocer la diferencia, y cómo pueden ayudar a otros que tengan dificultades para apartarse de las tradiciones que son perjudiciales en su caminar espiritual?
2. ¿Cuál fue tu propia experiencia en el “desierto”, si tuviste al­guna? ¿Qué aprendiste que podría ser una bendición para otros que pudieran pasar por algo similar?
3. Repasa el paralelismo entre la misión de Juan y la nuestra, co­mo iglesia. ¿Cuán bien la estamos realizando? ¿Qué podríamos hacer mejor? ¿De qué modo podríamos, como personas y como iglesia local, ayudar a cumplir esta elevada vocación?

Resumen: Juan el Bautista tenía la elevada vocación de preparar el camino para Jesús. De muchas maneras, su misión es similar a la que Dios ha dado a su pueblo del fin del tiempo: predicar el mensaje de Elías a fin de preparar un pueblo para encontrarse con Dios.

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